Igual es una casualidad, pero ha sido empezar a darse de baja alguna empresa de las que pagaban por salir en pantalla, y casi al unísono el director de TV3 ha declarado solemnemente que hay límites que el humor no puede traspasar en una televisión pública. Igual es casualidad, pero a la que El Águila-Heineken dijo que no saldría más en el programa Zona Franca, Sigfrid Gras ha puesto de patitas en la calle a un tal Manel Vidal, que comparó al PSC y a sus votantes con los nazis. Igual es casualidad, ya les digo, pero en cuanto la primera marca comercial se ha dado cuenta de que salir en según qué programas televisivos supone más una rémora que publicidad, la dirección de TV3 aseguró muy seria en sede parlamentaria que se le acabó a Joel Diaz lo de saludar con un Puta nit i bona Espanya y que, si quiere seguir cobrando de la cadena pública, es decir, de todos los catalanes, tome buena nota de qué burradas puede soltar y cuáles no. Igual todo ello no es más que un cúmulo de casualidades, pero hay que ver lo bien que funciona como método pedagógico lo de tocarle el bolsillo a la gente. Hablo de Sigfrid Gras, por supuesto, que después de meses de recibir quejas, finalmente --El Águila-Heineken mediante-- se ha dado cuenta de que dirige una televisión en teoría para --y de-- todos los catalanes. No es el caso de Díaz y Vidal, a los cuales es imposible educar y quienes imagino que siguen todavía sin saber cuál es su pecado, pero como ellos no son nadie y nadie van a seguir siendo por siempre, van a acatar lo que les diga el jefe, qué remedio.
Normal que a TV3 le preocupe dejar de recibir ingresos, si se ha sabido que Pilar Rahola se levantaba unos 7.000 euros al mes por asomar la jeta y pegar unos gritos un ratito a la semana en el FAQS. Si uno despide a la Rahola porque no sale a cuenta, no va a permitir que los euros que ya no se escapan hacia el bolsillo de la tertuliana profesional, dejen de entrar ahora en caja por un quítame allí unos humoristas sin gracia. Para eso, mejor mantener a la Rahola, que da más risa, aunque sea sin proponérselo.
He escrito “humoristas sin gracia” porque yo estoy a favor del humor irreverente, pero creer que mueve a risa repetir cada noche Puta nit i bona Espanya, es creer que los catalanes tienen la inteligencia de un chimpancé, que no diré que no haya muchos que la posean --los que cada noche se reían de la frasecita, sin ir más lejos-- pero quiero pensar que los hay que mantienen todavía el cerebro en marcha, ni que sea al ralentí. Un día, el tal Joel Díaz quiso mostrar hasta donde llegaba su ingenio, y se propuso ofrecer a Cataluña lo más grande y ambicioso que podía salir de su cabecita. Tras meses cavilando, se dijo “¡Ya está! En lugar de saludar con Bona nit i puta Espanya, lo haré al revés, así el mundo se dará cuenta de que ha nacido el tipo más ocurrente y divertido desde que la señora Marx parió a sus hijos”. No contento con eso, para asegurarse de que nadie en todo el orbe dudara de su inteligencia y de sus aptitudes para la comedia, decidió repetirlo cada día, noche tras noche. Lo mismo que si el vecino del cuarto con quien coincido cada mañana en el ascensor, me saludara diariamente con el mismo viejo chiste de Jaimito. Una risa, oigan.
Ya decían los clásicos que in birra veritas, y si no lo decían deberían haberlo dicho, porque hay que ver cómo ha conseguido una simple cerveza que algunos se den cuenta de que no debe trabajar en televisión quien no sirve para ello, de que ofender por ofender --sin la menor gracia-- no es buena política económica y de que TV3 debería ser de todos los catalanes. Ahora solo falta que el pobre Díaz se dé cuenta de que mejor estaría en casa bebiendo una Heineken tras otra, que aburriendo hasta a las ovejas por televisión, aunque eso es más dudoso: la pasta es la pasta.