El sector turístico español se muestra eufórico. El año pasado superó las cifras previas al coronavirus y calcula que en el actual también seguirá creciendo. Las grandes cadenas hoteleras han celebrado la enérgica recuperación con una subida masiva de sus tarifas.
Tales circunstancias ponen de manifiesto que la crisis del Covid ya se ha dejado atrás. El periodo 2020-21 será recordado como el más aciago de la historia, con pérdidas demoledoras. Nadie escapó de los números rojos. Pero quienes habían hecho los deberes y carecían de endeudamientos significativos se han repuesto con rapidez del duro golpe y ahora vuelven a la rampa de lanzamiento.
En cambio, aquellos que venían arrastrando problemas de rentabilidad, han pasado las de Caín y todavía se relamen las heridas. Es el caso del entramado barcelonés Majestic. Se compone de una docena de establecimientos, encabezados por el emblemático hotel del paseo de Gracia, de cinco estrellas gran lujo, que da nombre al consorcio.
El capital societario pertenece a partes iguales a siete hermanos: Olga, Andrés, Rafael, Montserrat, Dolores, Dulce y Leonardo Soldevila. Son hijos del empresario Olegario Soldevila y su esposa Esperanza Casals, propietaria de Hilaturas Casals.
Sobre la base de esta última empresa y otras varias del mismo ramo, Olegario montó Manufacturas e Industrias Textiles Agrupadas SA (Mitasa), que devino uno de los más potentes imperios florecidos tras la Guerra Civil.
Al igual que otros muchos colegas, constituyó durante varias décadas un negocio saneado que arrojaba beneficios a destajo. Estos procedían en parte del tráfico ilegal de divisas y del estraperlo con los cupos del algodón, la lana y otras materias primas importadas.
La prosperidad de los hiladores y los tejedores perduró hasta que la autarquía española y el coto nacional cerrado se esfumaron barridos por la apertura de los mercados y del comercio exterior.
Ese viraje copernicano provocó la debacle total de la actividad. Mitasa se hundió en 1996, en una quiebra de 13.000 millones de pesetas.
Tras el siniestro, los Soldevila se concentraron en los hoteles, que crecieron como la espuma. Hoy suman 12 alojamientos y varios bloques de apartamentos. Entre los primeros, son de destacar, además de su buque insignia del paseo de Gracia, los Midmost y Denit, ambos en Barcelona; Sant Francesc y Ferrereta, en Mallorca; Villa Soro en San Sebastián; y seis hoteles MIM, sitos en Sitges, Baqueira, Mallorca, Ibiza, Sotogrande y Andorra.
Los descendientes de Olegario exprimieron a fondo la explotación hotelera entre 2014 y 2019. En dicho sexenio, la estirpe se repartió una batería de dividendos por importe de casi 60 millones.
Semejante drenaje de numerario achicó el patrimonio de la cadena, de forma que sus recursos propios se limitaban a poco más de 11 millones al estallar la pandemia.
En el bienio negro 2020-21, el grupo encajó unas pérdidas de 10 millones. El agujero comprimió las reservas contables hasta solo 3,5 millones. La magnitud real de esta partida es todavía inferior, porque la firma Deloitte, auditora del balance, asevera que está hinchada en dos millones. Además, sobre la casa gravitan hipotecas de 44 millones.
Por fortuna, el auge de las visitas foráneas ha echado una mano al país y el conglomerado del Majestic se está beneficiando de la bonanza. Pero habrá de realizar drásticos reajustes para sanear sus cuentas. En ello andan enfrascados los miembros del clan familiar.