El próximo mayo del 2023 los ciudadanos de Barcelona tendremos la oportunidad de decidir quién la gobernará durante los próximos cuatro años y elegir el modelo de ciudad que los barceloneses desean.
No basta con denunciar los desvaríos y carencias del populismo colauita que tanto daño está haciendo a la ciudad, sino sobre todo será necesario pensar y construir un modelo de ciudad que encare el futuro con ambición. Barcelona sigue teniendo una gran proyección internacional, atractivo turístico y capacidad de generación de riqueza. Barcelona resiste.
La Barcelona de hoy es una ciudad tensionada, sometida por el partido mayoritario de la coalición que la gobierna a un proceso de imposición de un modelo urbano no consensuado. Modelo lastrado por una fuerte carga ideológica autoritaria. El colauismo en sus orígenes pretendió utilizar la ciudad como un laboratorio antisistema y posteriormente derivó hacia el “ecologismo fantástico”. La ciudad sufre las consecuencias de un “urbanismo táctico” que se aleja del principio de realidad y asfixia sus centros históricos como consecuencia de la desertización económica provocada por la irracional restricción de la movilidad.
No solo se trata de evitar que la apuesta por un ecologismo dogmático dificulte el crecimiento económico, sino al mismo tiempo desarrollar un modelo de ciudad que permita el crecimiento sostenible, la creación de riqueza y que apueste por un modelo económico con ambición de futuro. Un nuevo modelo de crecimiento económico soportado por la colaboración público-privada que entienda que el motor de la economía urbana son los servicios de alto valor añadido y las tecnológicas (TIC).
Se trata de potenciar la ciudad cosmopolita, abierta y progresista, foco de atracción de la innovación tecnológica y del conocimiento digital. Una ciudad mezcla inteligente de diferentes actividades: cultura, ocio, turismo, conocimiento, start-ups tecnológicas…
Cualquier propuesta por una Barcelona con ambición transformadora debería apostar por la construcción de infraestructuras estratégicas de movilidad, logísticas y científico técnicas, que son sin duda instrumentos de creación de riqueza y de generación de empleo estable y de calidad. Inversiones en infraestructuras digitales (inteligentes) que permitan una gestión más eficiente de las redes: transporte, eléctricas (Smart grids), agua, telecomunicaciones...Las infraestructuras inteligentes son además instrumento esencial para mejorar la eficiencia energética y la competitividad de todo nuestro sistema económico.
Unas infraestructuras estratégicas de movilidad que faciliten la movilidad sostenible y que deben apoyarse en la potenciación del transporte público. Barcelona debería apostar por liderar el cambio tecnológico, ser una ciudad friendly con las nuevas tecnologías de la movilidad sostenible: vehículos híbridos, eléctricos (baterías de litio, hidrógeno).
Unas infraestructuras logísticas y científico técnicas que permitan desarrollar el potencial del hub logístico de la Barcelona metropolitana y el clima de negocios derivado de la marca Barcelona para desarrollar nuevas actividades, con alto valor añadido. Actividades que favorezcan la creación de empresas innovadoras e incubadoras de un nuevo ecosistema digital y tecnológico.
Las elecciones municipales deberán decidir qué fuerza política es capaz de liderar el modelo de ciudad anteriormente descrito.
Es evidente que los “comunes” no son la fuerza política capaz de liderar con ambición el futuro de Barcelona. Lastrada por su sectarismo y por sus dificultades en entender que la mejor forma de combatir la desigualdad es apostar por el crecimiento económico y la generación de riqueza. La propuesta de ERC en Barcelona no parece diferenciarse de los “comunes”, se apoya en el apellido de su candidato y en la subordinación a los intereses estratégicos del Govern secesionista instalado en el Palau de la Generalitat. Desaparecida Convergencia sus restos fragmentados serán difíciles de recomponer por un candidato como Trías condicionado por la descomposición y deriva de una formación política como Junts que bascula entre la añoranza pujolista y el “cuanto peor, mejor” del hombre de Waterloo. No parece que la derecha PP-VOX tenga propuestas para el futuro de la ciudad, anclada en la denuncia esperpéntica del pacto de los socialistas en el gobierno de España con los herederos de ETA…
La ciudad poco a poco se recupera de las secuelas del “procés” y reaparece en los medios de comunicación internacionales como una gran metrópolis vinculada al turismo, la economía y el talento. Por ello es imprescindible que esta vuelta a la normalidad sea liderada por alguien diferente del populismo colauita. El futuro de Barcelona está en manos del PSC la única propuesta capaz de recuperar Barcelona. Para ello será necesario que pueda explicar el modelo de ciudad que propone y se presente sin complejos como alternativa al populismo colauita. Su candidato necesita salir del espacio de confort en el que está instalado y transmitir un mensaje ganador capaz de construir una propuesta alternativa de gobierno de ciudad. El PSC debe superar el hándicap del seguidismo a algunas propuestas colauitas y su ambigüedad en temas como las “superillas” (no se puede estar al mismo tiempo a favor y en contra de las mismas). Debe apostar de forma decidida por temas como la ampliación del aeropuerto.
La Barcelona del SI debe ser capaz de apostar sin complejos ni ambigüedad por un modelo de ciudad a favor del crecimiento económico, la generación de empleo, las infraestructuras inteligentes, la colaboración público-privada, la movilidad sostenible…