El presidente del Gobierno anunció la reforma del delito de sedición y se ha liado la mundial. La derecha española ha puesto el grito en el cielo. Poco menos, Pedro Sánchez ha vendido España a los independentistas y ha cometido “traición” y ha humillado a los españoles. La derecha catalana ha seguido esta estela fiel a su “Santa Alianza” con la derecha española. Pere Aragonés ha vendido Cataluña al Estado Español reconociendo que el 1-0 hubo delito y se ha dejado engañar por unas migajas.

Son los enfadaditos y els emprenyats. No hacen el huevo y todo lo que se hace es fatal porque les rompe el juguete que les sirve para agitar las tripas y el corazón, y ejercer bastante menos el cerebro. La medida que empezará su trámite en el Congreso servirá para normalizar la vida política tanto en Cataluña como en España, justo lo que no quiere ni el PP, junto a VOX y los palmeros de Ciudadanos, ni Junts per Catalunya con su línea radical de la CUP. Con el anuncio del delito de sedición han resurgido los enfadaditos.

Ser enfadadito está de moda y tiene sus réditos. Hay enfadaditos que se alteran si se hace un chiste sobre Carrero Blanco, si se ataca la corona en una canción, si una obra literaria o teatral se cachondea de la iglesia, o si se pone cuestión a la España una y no cincuenta y una, o la Cataluña provinciana. Rápidamente se acude a los tribunales, donde los jueces conservadores imponen disciplina a los osados que ponen en cuestión los pilares de su modelo de Estado, pero que son complacientes y comprensivos con aquellos que exaltan a Millán Astray, un general asesino y golpista.

El PSOE y Podemos han cumplido lo prometido. Lo han hecho después de dejarse la piel en la negociación que empezó con la petición independentista de amnistía y autodeterminación. Conviene recordar el camino realizado. La solución al conflicto catalán no acaba con esta reforma, ni mucho menos, pero sienta unas bases diferentes y en positivo. Este talante positivo lo da la actitud de la derecha española que está ya subida al monte y la de la catalana que pone todos los peros para apuntalar lo poco que queda de su política frentista.

Decir hoy en el mundo independentista que PSOE y PP son la misma cosa no pasa el rasero de la sandez. Oír a Jordi Turull decir que ERC reconoce que hubo delito en el 2017 resulta patético. Claro que hubo delito y lo que se hace es afinar este delito a la legislación europea. No les quepa duda, que la reforma también contará con la irredenta oposición de la judicatura española que se aferra a su interpretación haciendo oídos sordos a los sucesivos revolcones de Alemania, Bélgica, Escocia o Italia. Carles Puigdemont también está intranquilo. Ahora tendrá pocas excusas para no volver. Nos dijeron sus acólitos que lo iba a hacer antes del verano y no lo hizo porque se vive mejor en Waterloo. Si se aprueba la reforma tendrá que volver y asumir que cometió un delito y hacerse cargo de las penas que eso comporta. Ya les digo que debe estar buscando la fórmula para seguir levantando la bandera del victimismo.

Cuando hace poco más de un año, el presidente anunció los indultos también se pronosticó el hundimiento del Poseidón. La verdad es que los agoreros fracasaron con estrépito. España no se rompió y el clima en Cataluña bajó decibelios salvo también en nuestros enfadaditos o emprenyats que siguen pensando que la independencia está a la vuelta de la esquina si apretamos un poco más. Sánchez les ha roto el juguete, pero el brazo mediático de la “Santa Alianza” tendrá su protagonismo hasta las municipales y autonómicas y Sánchez y Aragonés tendrán que pertrecharse con un sólido paraguas para evitar que toda la mierda que les echen les caiga encima. Es lo que tiene la política. Unos solo van a la contra y otros dan pasos al frente desde la valentía y la osadía. Política es arriesgar, y el que no arriesga pierde.