Sólo la ignorancia hizo que esbirros de Junts impidieran a los alegres mariachis cantar La Cucaracha mientras en el interior de la sede del partido debatían qué hacer, es decir, debatían de qué manera seguir cobrando sus generosos emolumentos sin que se notara mucho, que es lo único que les importa. De no ser en Junts tan ignorantes en música mexicana como en funcionamiento de un Estado de derecho, sabrían que La Cucaracha de la canción es un ejemplo de superación ante las adversidades, a ella le da igual que le corten una pata (o que le amputen del Govern a todo un vicepresidente), que sigue de fiesta como siempre: "Esta coja cucaracha nunca se da por vencida, y aunque le falte una pata, baila siempre en la cocina". Para una vez que alguien se decide a hacer algo bueno por Junts, esto es, dedicarles la canción de un animalito que, a pesar de los problemas, jamás se rinde, van y no permiten el homenaje. Lo más seguro es que quien contrató a los mariachis fuera Puigdemont, desde Waterloo, para demostrar que, a pesar de la distancia física, está sentimentalmente junto sus feligreses. Que desde allí los anima a sobreponerse a las dificultades y a seguir bailando, aunque les falte una patita de atrás. Que no pare la fiesta.
Después de La Cucaracha, siguiendo el programa que les había dictado el propio Puigdemont, los mariachis tenían previsto interpretar Ella, el inolvidable tema de José Alfredo Jiménez, dedicado a la pobre Laura Borràs, que por un quítame allá esos trapis, se ha quedado compuesta y sin presidencia del Parlament. Así le cantarían, mientras ella salía al balcón y les tiraba una flor, amarilla por supuesto: "Me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella de pena muero (...) Yo lo que quiero es que vuelva, que vuelva conmigo, la que se fue". En Junts están que mueren de pena por Laura, que encima de no sentarse en la silla presidencial, está a punto de hacerlo en el banquillo y más tarde, a poco que la fortuna nos sonría, en el camastro de una celda. Puigdemont está en todo, como se ve.
Si no hubieran salido a interrumpirles, los músicos habrían dedicado después a ERC, El reclusorio norte. Aquí Puigdemont ha hecho gala de su mala leche, puesto que ese corrido termina con tan bellos versos: "Para todos los traidores hay reservado un lugar, cuando el río suena hay agua, no se les vaya a olvidar". En ese momento ya habrían salido a la calle la totalidad de los altos cargos de Junts, y estarían cantando junto a los mariachis.
A estas alturas de la tarde ya llevarían rato corriendo de mano en mano las botellas de tequila y, perdido todo rubor, mariachis y cuadros de Junts, todos a coro, dedicarían a quienes confiaron en sus promesas, las estrofas de Paquita la del Barrio: “tres veces te engañé, tres veces te engañé, tres veces te engañé, la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer".
Puigdemont es el rey de Junts, hace y deshace a su antojo, no solo elige personalmente la banda musical que debe acompañar desde la calle las reuniones de su partido, sino que dicta la política a seguir. No sé a qué viene el paripé de convocar a los militantes para que decidan si el partido sigue en el Govern o se larga con la música (mexicana) a otra parte. Aquí se hace lo que dice el rey. En la Casa de la República se le oye algunas noches cantar, acompañado de Comín al piano: "con dinero y sin dinero, yo hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley". Mucho mejor con dinero, por supuesto, para eso se inventaron las cajas de resistencia, pero que hace lo que quiere en Junts y que ahí su palabra es la ley, nadie lo pone en duda.