El domingo se cumplen diez años de la manifestación de la Diada a la que se adjudica el pistoletazo de salida del proceso soberanista en Cataluña y dentro de tres semanas hará cinco años del referéndum ilegal del 1-O.
En estos diez años, el procés ha sido un cúmulo de mentiras, autoengaño y alejamiento de la realidad. El procés ha roto todos los consensos de la Transición y del catalanismo integrador, ha partido en dos mitades a la sociedad catalana, ha fracturado al propio independentismo, ha destruido el sistema de partidos, ha llevado a la cárcel o fuera del país a una parte de sus principales dirigentes, ha promovido la hispanofobia en Cataluña y la catalanofobia en el resto de España y ha abocado a la política catalana a un callejón sin salida.
El procés ha inventado muchas mentiras, pero al mismo tiempo ha contribuido a abrir los ojos a los ciudadanos para darse cuenta de que algunos de los principios que difundía el nacionalismo pujolista también eran mentira. He aquí solo una muestra de los dos tipos de mentira.
Que era catalán todo el que vivía y trabajaba en Cataluña era mentira. (Los ataques a los catalanes llegados de otros puntos de España, calificados de colonos, han proliferado).
Que Cataluña era “un sol poble” era mentira. (El nacionalismo excluyente ha dilapidado aquella buena idea que surgió desde el entorno del PSUC, el partido de los comunistas catalanes).
Que la inmersión lingüística tenía un gran consenso social era mentira. (El consenso era político, las encuestas muestran que la mayoría quiere enseñanza en catalán y castellano, y la necesaria flexibilización de la inmersión acaba de verse frustrada).
Que los alumnos acaban sabiendo igual las dos lenguas era mentira. (Solo hay que escuchar a algunos políticos independentistas hablando en castellano).
Que el independentismo tenía mayoría social era mentira. (Nunca la mayoría política, debido en parte a la injusta ley electoral, se ha traducido en mayoría social).
Que la independencia estaba “a tocar” era mentira.
Que la independencia se iba a proclamar el día de Sant Jordi de 2015, como anunció la Assemblea Nacional Catalana (ANC), era mentira. (También lo es que se vaya a conseguir en el 2025, como asegura ahora la ANC).
Que en 18 meses se iba a iniciar un proceso constituyente hacia la independencia era mentira.
Que Gabriel Rufián iba a dejar el Congreso en 18 meses y volver a la Cataluña independiente era mentira.
Que había “estructuras de Estado” preparadas para la independencia era mentira.
Que el derecho internacional avalaba la autodeterminación y la secesión era mentira.
Que la independencia iba a gozar de reconocimiento internacional era mentira.
Que la Cataluña independiente seguiría dentro de la Unión Europea era mentira.
Que ninguna empresa se iría de Cataluña era mentira.
Que la Cataluña independiente sería más próspera y democrática que el “demófobo Estado español” era mentira.
Que España no era una democracia homologada era mentira.
Que en España no había separación de poderes era mentira. (En todo caso, donde no la habría sería en la Cataluña que se desprendía de la ley de transitoriedad jurídica).
Que España perdía todos los pleitos ante la justicia europea era mentira. (Ha ganado más de uno y el Tribunal de Justicia de la UE puede darle la razón en la cuestión de las euroórdenes).
Que los indultos se concedieron por la presión internacional era mentira.
Que hubo mil heridos el 1-O era mentira.
Que había 4.000 “represaliados” era mentira.
Que la aplicación del artículo 155 de la Constitución fue una tragedia para Cataluña era mentira.
Que un 80% de los catalanes apoyaba la celebración de un referéndum de autodeterminación era mentira. (En ninguna elección, los partidos partidarios del referéndum, incluidos los comunes, han llegado al 60% de los votos).
Que en las elecciones del 2015, presentadas como plebiscitarias, se ganó el plebiscito era mentira.
Que a las Diadas llegaran a asistir dos millones de personas era mentira.
Que en las elecciones de febrero de 2021 el independentismo alcanzó el 52% de los votos era mentira (Los partidos independentistas parlamentarios sacaron el 48% y ni sumando a los extraparlamentarios se llega a ese porcentaje).
Entre mentira y mentira, hemos llegado a las puertas de la Diada del décimo aniversario con el procés muerto, o al menos moribundo, después del fracaso del otoño de 2017 --con las jornadas aciagas del 6 y 7 de septiembre en el Parlament, cuando se violaron leyes y derechos--, el cambio de estrategia y la asunción de los errores por parte de ERC, la radicalización retórica de Junts per Catalunya, el desistimiento de 700.000 independentistas en las elecciones autonómicas de 2021, el desconcierto, la frustración, la falta de horizontes y la división cada vez más profunda entre los partidos favorables a la independencia.