En el arte de la política, lo grotesco mitiga el mal gusto. Por un lado, los de Junts llevan meses defendiendo la inocencia indefendible de Laura Borràs, una mujer enamorada (de su cargo), que según Jordi Turull muestra un esplendor moral capaz de competir con los ángeles.
Por el otro, la Diada es un buen momento para comprobar que la movilización indepe se ha quedado colgando de la lámpara. Sus valedores medran en la ambigüedad y saborean el desorden, lejos del sentido común. Solo les queda la mani del próximo domingo a la que Pere Aragonès ha dicho que no asistirá, provocando la abstención de muchos miles, en bien de la urticaria vecinal, producto del griterío.
Ya sabemos que la memoria se conjura a voluntad de cada quién y también nos consta que cada día somos más los desmemoriados. Nos quedaremos en casa calentitos, esperando el último aguijón de la ola de calor y ansiosos por cometer “el pecado de no seguir al abanderado”, como dice la canción.
El humor de Aragonès mejora al confirmar que Pedro Sánchez quiere abordar ya la reforma de la sedición. El president de la Generalitat ama apasionadamente la acción, pero prefiere que la ejecute otro. En las horas bajas del sarampión indepe, la invención sustituye a la realidad; así pensaba Balzac cuando en su lecho de muerte llamó al doctor Bianchón, el médico de ficción de La comedia humana, convertido en tabla de salvación según el delirio calenturiento del escritor moribundo.
Junts se extingue sin encontrar el espacio al que renunció al dejar de ser Convergència. Cataluña está acostumbrada a que sus hijos predilectos muestren la misión espiritual del “pueblo elegido”, algo que resulta especialmente desagradable para cualquier persona cuerda. La independencia es un camelo; y, además, somos mayoría los que el día 11 de setiembre no tendremos ningún ataque de priapismo republicano ni celebraremos la fecha en los balcones, a la luz de la luna.
La economía centró el cara a cara con el que ayer abrieron la temporada Sánchez y Feijóo en el Senado, a la sombra del descalabro socialista publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Pero este balance empieza a moverse gracias a la excepción ibérica, la caída de la inflación hasta el 4% en 2023, el crecimiento del 4% del PIB este año y del 2% en el duro 2023, datos del FMI que nos sitúan muy por delante de las locomotoras, Francia y Alemania. Tenemos la solución en las narices, pero a Sánchez le puede la elocuencia y Feijóo se hace el sordo. Estos dos no acuerdan nada. El discurso del presidente tuvo empaque económico y mostró que ha tejido alianzas en la UE, sea cual sea el color de sus gobiernos. Feijóo respondió con dardos certeros de la comunicación de su partido, pero con argumentos sin fondo.
Ante la impostura desplegada ayer en la Cámara Alta, lo mejor es mirar embelesado el entorno a través de paradojas y juegos de palabras, como lo hizo Chesterton: “Sé siempre cómico en la tragedia. ¿Qué se puede ser si no?”, dice Gabriel Syme, el personaje del portentoso autor británico en El hombre que fue jueves. Ante la disyuntiva de elegir entre el orden hermético de la vicepresidenta Nadia Calviño, expresado por Sánchez, y el caos que pronostican “algunos cenáculos madrileños” representativos de los monopolios energéticos, siempre podemos escoger una tercera vía: hacer un Syme.