Nuestra economía se encuentra en una encrucijada. España puede ser el país europeo al que menos le afecten los problemas actuales, o al que más. Necesitamos aunar esfuerzos y concentrarnos en lo esencial, reforzar nuestro modelo económico aprovechando que ahora el mundo necesita productos agrícolas, industriales y energía, y de todo eso podemos tener en España. Solo con turismo no saldremos de pobres aunque los ratios macro de este verano no sean malos.
Pero si quienes nos gobiernan se dedican a jugar con estereotipos para atraer votantes a golpes de tuit vamos mal, muy mal. Cuando el presidente del Gobierno habla de conspiraciones de señores que fuman puro, no estaría de más mirar las estadísticas. España es el país del mundo que más puros habanos fuma. Según el Ministerio de Hacienda en 2021 se vendieron 1.900 millones de cigarros (y 2.000 millones de cajetillas de cigarrillos), ergo no solo los señorones fuman cigarros puros, nos les daría la vida para fumarse más de 5 millones de cigarros puros al día.
Y si generalizar con estereotipos lleva a conclusiones equivocadas, legislar en base a ellos puede ser letal. Los nuevos impuestos a bancos y eléctricas han tirado por el suelo las cotizaciones de varios de los pilares del índice de referencia de la bolsa española, el Ibex 35. Es verdad que hay inversores profesionales en la bolsa, también especuladores, pero no lo es menos que en España hay 14,3 millones de partícipes en fondos, 5,2 millones de inversores en bolsa y casi 9,5 millones de partícipes en planes de pensiones. Todos ellos han perdido parte de sus ahorros por un anuncio más populista que realista, lo mismo que el Estado a través del FROB. El Estado es el dueño del 16,11% de CaixaBank tras la absorción de Bankia. Lo que ha perdido el FROB, o sea el Estado, del valor de su participación en CaixaBank por el anuncio del impuesto especial supera con creces todo lo que se va a recaudar de todos los bancos. Evidentemente se ha improvisado.
Hacer impuestos a medida tiene el riesgo que el afectado puede mover ficha y traspasar el sobrecoste a sus clientes. Los tipos de interés los sube el BCE, no los bancos, pero el diferencial con el tipo de referencia lo marca el mercado, o sea los bancos. Y España es uno de los países con sus servicios financieros entre los más baratos del mundo, por lo que, si suben los costes, la industria podría subir los precios que paga el cliente.
Gravar a las eléctricas tiene otro efecto pernicioso, la caída de la inversión. ¿por qué invertir en un mercado que no es rentable, y además no es jurídicamente fiable? Tenemos un ejemplo clarísimo en el Reino Unido, la presión regulatoria sobre los precios hace que los operadores de muchas infraestructuras no inviertan y los servicios sean un desastre. Y el contraejemplo en Telefónica. La infraestructura desplegada por Telefónica se ha demostrado excepcional en los tiempos del Covid. Todos hemos gozado de internet y de ancho de banda para hacer videoconferencias gracias a la red de fibra desplegada por el operador dominante, la mejor de Europa, inversiones que han sido posibles por los beneficios logrados y el buenhacer de sus directivos.
La memoria es corta, pero tampoco está mal recordar el impecable servicio que han dado eléctricas y bancos durante el confinamiento. Todo funcionó como un reloj, desde un sistema eléctrico con un comportamiento nunca visto, toda la población en su domicilio, a una impecable distribución de los necesarios créditos ICO. Empleados de eléctricas y de bancos han estado al pie del cañón cuando muchos se parapetaban tras un ordenador en sus casas. Sin ir más lejos, aún a día de hoy es una odisea intentar realizar según qué gestión en alguna administración. ¿Qué hubiésemos dicho si los bancos hubiesen estado cerrados? ¿Y si nos hubiésemos quedado sin luz? ¿La banca ha dejado de ser ahora un servicio esencial?
Toda acción tiene su reacción. Sin duda los anuncios realizados en el debate sobre el estado de la nación tenían el objetivo de invadir el espacio del naciente proyecto de la vicepresidenta segunda del Gobierno, y puede que se haya logrado. Pero un buen número de españoles, y el propio Estado, ha visto menguar sus ahorros, se ha debilitado a varias de nuestras grandes empresas y muy probablemente los ciudadanos paguemos la fiesta bien sea con incrementos de precio, bien con una menor inversión para el futuro que derivará en peor servicio.