Un pacto entre el PSOE y Unidas Podemos (UP) ha permitido que el socio minoritario del Gobierno haya permanecido callado durante la celebración de la cumbre de la OTAN, que se clausuró ayer en Madrid. Únicamente el anuncio de que España aceptará la ampliación de cuatro a seis destructores en la base de Rota (Cádiz) y el consiguiente aumento de marinos norteamericanos ha roto el silencio de los dirigentes de UP.
El encargado de la réplica fue el portavoz parlamentario en el Congreso, Jaume Asens. “No nos gusta ese pacto. Significa más militares, más destructores norteamericanos y, por tanto, una mayor dependencia o sumisión a Estados Unidos, cuando a veces los intereses no son los mismos”, dijo. Y añadió: “Siempre hemos defendido que la solución no es la escalada militar. Defendemos ir en la línea que nos marca la ONU y una autonomía europea en materia de seguridad”.
Unas palabras destinadas a enmascarar la verdadera posición porque la ONU en materia de seguridad no pinta prácticamente nada y no se puede defender la autonomía europea en seguridad y oponerse al mismo tiempo al aumento del gasto militar en los Presupuestos Generales del Estado, en la línea de alcanzar el 2% del PIB que reclama la OTAN, como han hecho repetidamente diversos dirigentes de UP en los días previos a la cumbre de Madrid. También se opusieron al pacto con EEUU Íñigo Errejón, porque “España no está en guerra”, la “amenaza que se cierne sobre los españoles” viene de la inflación y la pobreza, y ERC, cuyo representante recurrió como único argumento a que ellos siempre estarán en contra de cualquier aumento del gasto militar.
El perfil bajo de UP durante la cumbre contrasta con la agitación previa a la reunión, que se concretó en una manifestación en Madrid, la celebración de una cumbre alternativa “por la paz”, una conferencia del Movimiento Europeo por la Paz y el rechazo del acto del 40º aniversario de la entrada de España en la Alianza Atlántica, el 30 de mayo. A la manifestación asistió el secretario general del PCE y secretario de Estado para la agenda 2030, Enrique Santiago, y cargos no destacados de Podemos, con preponderancia de Izquierda Unida.
“OTAN no, bases fuera”, “Gobierno progresista, vasallo imperialista” y pancartas que recordaban el “No a la guerra” de Irak del 2003 se vieron en la marcha, en medio de una retórica por la paz y contraria al aumento del gasto militar. La manifestación terminó con un manifiesto que consideraba a la OTAN “una amenaza para la paz”, promovía “su disolución” y el oxímoron de “crear un nuevo sistema de seguridad desmilitarizado”, y pedía el “desmantelamiento” y la “reconversión” de la industria militar.
Toda esta confusa fraseología serviría solo para emular lo que esa misma izquierda defendía hace cuatro décadas si no fuera porque existe la guerra de Ucrania. Cuando Europa vive el peor conflicto bélico desde la Segunda Guerra Mundial por la invasión de Ucrania por Rusia, ese lenguaje de otro siglo significa en la práctica defender o disculpar al invasor. Porque es evidente que todo el mundo quiere la paz y aboga por la vía diplomática para acabar la guerra, como defiende UP, pero al primero que hay que reclamarle eso es a Vladímir Putin, al que los dirigentes de Podemos ni siquiera mencionan.
Por razones obvias, la conclusión más importante de la cumbre de la OTAN en Madrid, contenida en su nuevo Concepto Estratégico, es la declaración de Rusia como la “amenaza directa” más relevante para los países miembros de la Alianza, además de considerar el “desafío” de China, aumentar su despliegue en el Este y en el flanco sur, abrir la puerta a la entrada de Suecia y Finlandia --dos países secularmente neutrales que se sienten amenazados por Rusia-- y comprometerse a la defensa de la integridad territorial de todos los países aliados.
Pese a ello, la izquierda de la izquierda no se moverá de sus posiciones y la tregua de estos días se acabará cuando el Gobierno apruebe y lleve al Congreso el pacto de ampliación de la relación militar con EEUU y cuando se discuta el aumento del gasto en defensa en los Presupuestos. Dos iniciativas que recrudecerán las tensiones en el Gobierno de coalición, ya muy castigado por las divergencias en varios campos.