El tiroteo de Ok Corral existió en realidad. No fue fruto de la imaginación de los guionistas de Hollywood. La ensalada de tiros tuvo lugar en octubre de 1881, la tarde de un miércoles 26 de octubre de 1881, con un calor abrasador en Tombstone, Arizona. Duró poco, solo 30 segundos. Ganaron los agentes de la ley que abatieron a tres vaqueros acusados de actos delictivos. Con el tiempo, en Cataluña y en España las cosas no se arreglan a tiros, pero los duelos son el pan nuestro de cada día. Quienes son los buenos y los malos lo dejo a su elección. Lo que se mantiene igual es el lugar. En 1881, los hechos se produjeron en la parte de atrás de un corral. Ahora, también los hechos se producen siempre en la parte de atrás.
Laura Borràs y sus chicos se las tienen pardas con Jordi Turull y los suyos. Borràs se las prometía felices tras forzar el acuerdo de “unidad”, la palabra maldita del independentismo que cuando se nombra dura lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio. La presidenta del Parlament daba lustre a su nuevo cargo como presidenta del partido, pero --¡siempre el pero!-- el congreso le dio un revolcón. Turull obtuvo el 92% frente a su escuálido 78%. Y no sólo eso, también la superó Anna Erra, diputada y alcaldesa de Vic que --casualmente-- anunció que no se presenta a la reelección. Los suyos tocados, Dalmases, Madaula, y algunos malheridos como David Torrents, aspirante nonato como secretario de organización. Sacó menos del 50% y se quedó compuesto y sin cargo, al igual que Esther Vallès.
Solo participó algo más que un 30% de la militancia, pero alguien supo movilizar, Turull, y alguien espero que la victoria cayera como fruta madera, Borràs. La presidenta del partido vivió su particular Ok Corral, y la cosa puede ir a peor porque las declaraciones de los imputados en su juicio, que han tirado de la manta, la han puesto a uña de caballo. No cuela que es juzgada por ser independentista, sino por corrupción, y afronta este proceso con las fuerzas mermadas.
Un poco más allá, en ERC saltaron los fusibles. Gabriel Rufián dijo una de las suyas --el tarado es quién proclamó la independencia y no quién hizo un tuit, el recordadísimo tuit de las 155 monedas-- y se desató la mundial. A ERC le temblaron, como siempre, las piernas ante el despiadado ataque de Junts en plena sesión de control al Govern. Parecía un rifirrafe más entre Junts y ERC, pero el fuego amigo se hizo con el corral. Rufián recibió una ensalada de tiros de aquellos que “más le quieren”, aquellos que aspiran a descabalgarlo de su papel en el Congreso de los Diputados y desterrarlo como candidato a Santa Coloma. El primer impacto fue duro. Le cayó fuego graneado de Aragonés, Marta Rovira, y de algunos “amigos” íntimos que comparten con él el apellido de “diputado de ERC”, ya sea en el Parlament o en el Congreso. Y fue obsequiado con el silencio de Oriol Junqueras.
Rufián se salvó porque los suyos acudieron en su ayuda, pero tendrá que moderar su ácida lengua si quiere llegar vivo a las generales. No puede tener ni una herida más, so pena de caer una vez más y esta vez no levantarse. Borràs aún se mantiene en pie, pero habrá que ver por cuánto tiempo. Los suyos se lamen las heridas y el TSJC, en formación de Séptimo de Caballería, le puede dar la puntilla y su intento de atrincherarse en el Parlament corre el riesgo de ser una encerrona. Turull tiene mayoría en la ejecutiva y controla los puestos clave para definir la hoja de ruta, quién pacta con quién y cómo y cuándo se ejercerá el sacrosanto mandato del Congreso de consultar con las bases una censura al Govern. Rufián, de momento, ha salido vivo pero debe ir con ojo porque después de lo del “tarado” sabe qué van a por él, y ahora no se esconden entre bambalinas. Eso sí, si le disparan lo harán en el corral, no a la cara. Debe ir con prudencia para no acabar con cara de Borràs.