Madrinas, padrinos, tricornios, correveidiles, alcahuetas y algunos pícaros: el proceso de invención de las confluencias de izquierdas en Andalucía, para las próximas elecciones autonómicas, ha resultado ser un teatrillo de puertas con una ensalada de siglas.
Teresa Rodríguez, cabeza de Adelante Andalucía, ha marcado con lápiz verde cuál es el orden ideológico que define a su coalición, formada por Anticapitalistas, Primavera Andaluza, Izquierda Andaluza y Defender Andalucía: “Fuerza andalucista de izquierdas, feminista y ecologista que defiende los intereses del pueblo andaluz”. Inma Nieto, líder de Por Andalucía en la que se integra Podemos, IU, Más País, Equo, Alianza Verde e Iniciativa del Pueblo Andaluz, ha señalado con lápiz rojo que son ecosocialistas, ecofeministas, comunistas, republicanos, socialdemócratas y ecoandalucistas. El orden no altera el producto, pero el matiz sí marca la ridícula diferencia.
Adelante Andalucía es, ante todo, una coalición nacionalista, es decir, nace jibarizada y encogida. Por Andalucía se ha inventado de manera diferente, como una confluencia estatal con previo reparto de cuotas y cargos, pero también sigue arrastrando la mochila de su pegamento con ultras catalanistas y vasquistas, amén de compartir una fascinación dogmática por los regímenes azucareros de patria y muerte. Eso sí, en ambos proyectos la defensa del sector público y la justicia social y fiscal son principios básicos de su programa.
En sus declaraciones, las candidatas de estas formaciones de izquierdas reivindican el andalucismo, inserto en la antigualla plurinacionalista del Estado español. El desembarco del ultranacionalismo españolista y xenófobo de Vox, pertrechado de símbolos (caza, toros, flamenco, semana santa, romerías) que tanto han nutrido el alma andaluza en los últimos cuarenta años, ha trastocado la estabilidad culturalista del andalucismo oficial y folklórico.
Todos estos nacionalistas tienen un concepto sesgado y excluyente de la ciudadanía: compacta o autodeterminista, a elegir. Resulta extraño que partidos que dicen ser de izquierdas antepongan la entelequia metafísica “pueblo andaluz”, cuando es sabido que esa básica expresión es un cajón interclasista a merced de quien quiera meter la mano. Es el mismo fundamento primario de aquellos que anteponen los intereses del “pueblo español”, otro cajón de sastre que no es lo mismo que “ciudadanía”, y ni mucho menos que grupos o clases sociales.
Son encomiables los esfuerzos de historiadores, como Carlos Arenas, que proponen definir el “hecho diferencial” andaluz como una corriente de clase, que emergió con fuerza en la lucha contra el subdesarrollo y atraso social durante el tardofranquismo y la transición. Sin embargo, esta propuesta no ha tenido la misma aceptación que la exitosa praxis financiera y transversal que, desde los años ochenta, impulsara Clavero Arévalo. Este proyecto elitista ha sido el más útil para la famiglia socialista y, ahora está siendo, para la conservadora-liberal.
La rentabilidad que las izquierdas quieren sacar del andalucismo puede ser nula o negativa. Olvidan que lo que está en discusión no es la gestión autonómica de los servicios públicos, sino la provincial. Los agravios comparativos que los sucesivos gobiernos autonómicos socialistas-IU y del PP-Cs han ocasionado en la misma Andalucía igualan, como mínimo, a los cometidos por los gobiernos centrales que tanto han beneficiado a los territorios más desarrollados y consienten a privilegiados de Navarra y País Vasco, en claro perjuicio hacia los servicios públicos en el sur.
La clave que puede decidir el gobierno en minoría de Juanma Moreno, para que no necesite el apoyo ultra de Vox, no es el andalucismo, es el provincialismo. Si los partidos Jaén merece más o Por Huelva, que se presentan en las provincias más abandonadas, consiguieran algún diputado y se sumaran a los restos de Ciudadanos, la opción ultra de Vox se desactivaría y el esfuerzo andalucista de las izquierdas quedaría en pura inutilidad, en una absoluta pérdida de tiempo y de credibilidad, en chirigotería verdiblanca.
Aunque quizás sea necesaria una mínima abstención técnica del PSOE, para que los ultras españolistas resten fuera del gobierno, a no ser que el pirómano de Sánchez quiera volver a incendiar su partido en Andalucía, y hundir para las siguientes elecciones al municipalismo socialista. Cosas veredes, que no crederes.