Desde hace un tiempo vengo observando cómo los hijos de familias acomodadas optan por la misma titulación universitaria, con pequeños matices. Así, la práctica totalidad se encamina a la administración de empresas, más conocida como business, ya sea como primera opción o como continuidad natural, vía MBA, de una primera licenciatura jurídica o de alguna que otra ingeniería. En el caso del derecho, además, va adquiriendo relevancia la alternativa de combinar en una misma carrera business y derecho, en lo que entiendo es más una preparación para acabar de alto ejecutivo en un bufete mercantil que de letrado en su más pura acepción. A su vez, una constante es, también, el desarrollo de la totalidad o parte de su vida universitaria en el mundo anglosajón, especialmente Estados Unidos.
Hablando con ellos, se deduce que los jóvenes vástagos tienen una capacidad de elección muy limitada pues, desde pequeños, el entorno familiar les lleva de cabeza a optar por business. Supongo que en ello influye el cómo perciben la importancia del dinero para el buen vivir diario, las conversaciones alrededor de la mesa familiar o el educarse en colegios privados donde todos los amigos proceden de entornos similares. Me puedo imaginar que si algún hijo sale con una vocación muy distinta, incluso puede consultar al psicólogo por si la rareza es preocupante o el tiempo lo pondrá todo en su sitio
Todo ello tampoco debería porqué sorprendernos de no ser por cuanto, los que ya tenemos una cierta edad, recordamos cómo, hace unas décadas, el escenario era distinto. Así, entre las sagas más pudientes, abundaban los médicos, letrados, arquitectos o, incluso, algún que otro que optaba por filosofía y letras. Algo habrá pasado desde entonces.
Me siento incapaz de definir que subyace tras esta interesante transformación, pero quizás sea un ejemplo más del papel más que central del dinero en nuestra sociedad; de cómo se han deteriorado los ingresos de profesiones que no hace tanto permitían vivir con una cierta holgura; y de cómo para nuestra burguesía el dinero ha transitado de ser un instrumento a convertirse en una finalidad. En cualquier caso, una transformación muy curiosa. Y preocupante.