Hace poco mi prima me comentó indignada que a su hija, que está estudiando hostelería, le habían enseñado que a la hora de servir mesas en un restaurante se tenía que empezar siempre por las mujeres. A ella le parecía un detalle machista y retrógrado, igual que eso de que un hombre te abra la puerta del ascensor o te deje pasar primero. “Pues a mí me gusta que me abran la puerta”, le dije, sabiendo que entraríamos en una discusión entretenida. (Acabamos discutiendo también sobre si era machista o no que en países como Ucrania solo los hombres están obligados a ir a la guerra).
Al final, no llegamos a ninguna conclusión concreta. Para mí, está claro que este tipo de detalles caballerescos --abrirle la puerta a una mujer, llevarle la maleta, servirle primero-- obedecen más a una tradición cultural inofensiva que al machismo. Al fin y al cabo, el mundo seguirá siendo igual o más machista si en el restaurante empiezan a servir primero a los más mayores de la mesa (¿o tendrían que enfadarse por discriminación de edad?) o si las mujeres tenemos que hacer el esfuerzo de abrir la puerta del ascensor.
Otra cosa muy diferente es dar por sentado que los hombres tengan que pagar siempre la cuenta en una cita. Ahí ya discrepo, porque lo que parece un acto de caballerosidad puede dar pie a interpretaciones erróneas (como yo he pagado la cena, tú te vienes conmigo). Sin embargo, tampoco soy partidaria de comerse mucho la cabeza: lo normal (lo educado, vaya) sería que pagara la cuenta el que tiene más dinero, sin importar si es el hombre o la mujer.
Si yo tuviera una hija adolescente estudiando hostelería, como es el caso de mi prima, lo que me preocuparía de verdad es que cuando empiece a trabajar en un restaurante, sea capaz de plantarle cara a cualquier cliente que le haga bromitas fuera de lugar, en lugar de sonreírle complaciente. O que no se sienta obligada a maquillarse o vestirse de forma provocativa para que la valoren más en el trabajo.
Y me preocuparía también que, según una noticia aparecida esta semana, ha aumentado en un 28,6% la violencia machista en las menores de 18 años. Según datos del último informe sobre violencia de género y doméstica del Instituto Nacional de Estadística (INE), el mayor aumento del número de víctimas por violencia de género en el año 2021 se ha producido entre las menores de 18 años. Esta cifra ha aumentado a la vez que lo ha hecho la cantidad de agresores varones, especialmente entre los menores de 19 años (representan el 70,8% de los denunciados), lo que refleja que la violencia de género comienza ahora en edades más tempranas.
Estas cifras, que corresponden a denunciados y víctimas con órdenes de protección o medidas cautelares dictadas inscritas en el Registro Central para la Protección, reafirman por un lado que se estarían recuperando los valores prepandémicos, después de la caída de algunos datos en 2020. Por otro lado, que estamos viviendo un retroceso en la concienciación de la juventud en torno al machismo y la violencia.
Según el barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), uno de cada cinco hombres de entre 15 y 29 años considera que la violencia machista no existe y que es solo un “invento ideológico”. Esta cifra se habría multiplicado por dos en solo cuatro años, cuando la organización comenzó a realizar esta encuesta. Pues sí que vamos bien. Ahora, además de decir que la violencia machista no existe, no querrán servirnos los macarrones primero.