Recuerdo cuando empecé a estudiar asignaturas en catalán. Cursaba 5º de EGB y mi centro educativo comenzó a impartir la asignatura de lengua catalana, y algunas profesoras catalanohablantes pasaron a enseñar otras materias. En los cursos siguientes y hasta finalizar la EGB casi la mitad de los contenidos ya se impartían en catalán. Seguí igual en el bachillerato y en la universidad, donde el plan antiguo te permitía elegir la misma asignatura en lengua catalana o castellana. Mi elección nunca estaba motivada por la lengua, sino por el horario o el profesor.
Recuerdo mi escuela. Recuerdo esa ilusión de aprender en una nueva lengua y de sentirme orgullosa por poder hacerlo. Y no olvido la decepción al comprobar que mi hija empezaba educación infantil y su lengua materna estaba desaparecida de las paredes de su aula, y cómo me repetía: "El castellano, en casa, mamá".
Ayer, el TSJC dio orden de ejecución forzosa de la sentencia que establece que castellano y catalán son lenguas vehiculares y que se deben impartir contenidos con un mínimo del 25% de las horas en cada una de ellas, siempre en materias troncales y con el material didáctico en la misma lengua.
El 30 de mayo es la fecha límite y el tribunal no quiere dilatar más la aplicación. Supongo que ha tenido suficiente con el vodevil de la Generalitat de los últimos meses.
Se abre una nueva etapa, en la que escuela catalana podrá llamarse así porque representa a todos los catalanes, porque será el reflejo de esa Cataluña diversa, plural y bilingüe que el nacionalismo trata de esconder bajo el manto del monolingüismo lingüístico y el currículum nacionalista.
Por fin entrará aire fresco y se normalizará lo que han convertido en anormal: poder expresarse sin temor en castellano, en las aulas, pasillos y patio, en el treball de recerca, en la elección de los villancicos. Ver en el portátil de nuestros hijos fichas y deberes en castellano, firmar la corrección de un examen de ciencias redactado en castellano, los libros de lectura elegidos al azar y no porque sean en catalán...
Volverán los recuerdos de mi escuela, sin nacionalismo lingüístico, sin hacerte sentir que eras un poco menos catalana que tu compañera catalanohablante, que debías escribir tu nombre con dos enes para reforzar tu catalanidad.
A todos los padres que fuimos educados en esa escuela, que repetimos en privado que queremos lo mejor para nuestros hijos, para quienes sin ninguna duda catalán y castellano suman, a los que intentaron convencernos de que el castellano se aprende en el patio y en la calle, que no teníamos derecho a exigir más, porque solo preguntar "¿y por qué no más horas?" ya era prueba incriminatoria de tu animadversión al catalán, a los que se sintieron intimidados por profesores y directores con sus comentarios negando nuestros derechos, a todos ellos hoy les digo que ha llegado ya ese día. Teníamos y tenemos razón, teníamos y tenemos derechos, nosotros y nuestros hijos.
No guardemos más silencio, dejémonos de comportar como si tuviéramos que pedir permiso para obtener lo que nos corresponde. Exijamos nuestros derechos, denunciemos el incumplimiento de la sentencia en donde se produzca a partir del 30 de mayo.
La Asamblea por una Escuela Bilingüe ha recibido la legitimación del tribunal y junto con la plataforma Escuela de Todos velará por el cumplimiento de la sentencia en todos los centros. Podremos denunciar el incumplimiento sin que ningún padre o docente deba significarse.
Trabajemos juntos para recuperar "esa escuela" que deseamos para nuestros hijos.