A menudo nos quejamos de los servicios públicos y con razón. La falta de atención es una nota constante especialmente en los servicios de atención al público. Pero permítanme hacer una defensa en pro de nuestra sanidad pública. En el breve espacio de 24 horas tuve la oportunidad de vivir dos experiencias positivas vinculadas a nuestra sanidad.

Una como observador, oyente, y la otra como sujeto activo. La primera fue la presentación que el gobierno de la Generalitat hizo sobre su plan de salud 2021-2025. Más allá de los tecnicismos en los organigramas, que desconozco y que por tanto me abstendré de valorar, sí quiero resaltar el enfoque y el estilo del acto. Una primera valoración sería que fue un acto sobrio, acorde a los tiempos que estamos viviendo. Con un mensaje de fondo: flexibilidad y adaptabilidad organizativa en un mundo en cambio permanente. Los que están en las trincheras ya lo saben, ya lo practican. Pero no es habitual, que los responsables máximos, bajen a la arena y hagan pedagogía de la obviedad.

Se piden más recursos, obviamente. Estos días también escuchamos voces en la misma dirección en la educación pública. Frente a las carencias financieras, la apuesta por más innovación organizativa, tecnológica, más transversalidad con otros agentes y la conexión con los entornos sociales inmediatos, universo escolar, deportivo, residencias para gente mayor... son referentes imprescindibles. Optimizar los recursos sanitarios y generar una comunicación activa con las diferentes realidades socioculturales donde se encuentran los pacientes es una necesidad que se va desarrollando y hay que evitar la puerta de urgencias como canal de acceso habitual a un centro sanitario. Es un requisito para la descongestión y el mejor uso de los recursos. Una prevención activa desde los diferentes escalones de la vida de una persona es una tarea de todos.

La segunda experiencia complementa la anterior. La masificación de muchos centros de salud pública y la rotación de buena parte del personal genera una situación de desatención en el ciudadano que lo vive como abandono, especialmente en un momento difícil para la persona.

Por ello resulta ilustrativo el descubrir cómo se gestionan pequeñas unidades, en este caso, centradas en la mejora de las capacidades cognitivas de las personas, sobre todo en edades avanzadas; es esperanzador. Observar la capacidad de autonomía del responsable de la unidad, saber crear equipo, transmitir que todos los miembros son relevantes, una informalidad organizativa positiva, como predica el plan de salud, una “organiCzación” con un perfil de gestor público que sabe transmitir una visión y una misión. Todo un equipo transmitiendo salud, empatía e innovación, y seguro que con recursos económicos escasos. En tiempos difíciles, se agradece la sinceridad y la honestidad.