Han pasado poco más de cien años de la pregunta que se hizo Ortega y Gasset: “Dios mío, ¿qué es España?”. En su respuesta daba algunas claves del desvarío de muchos en la búsqueda de ese significado: “La respuesta tradicional en España ha consistido precisamente en el progresivo aniquilamiento de la posibilidad de España”. No sólo ese guerracivilismo ha sido una convicción y práctica común desde 1808, Ortega aportaba también otro dato que enredaba aún más cualquier respuesta a la primera pregunta: “El español es un hombre mucho más inclinado a imaginar ilusionadamente su pasado que a proyectar razonablemente su futuro”.
En esa tendencia a inventar cualquier historia imaginaria, con tal de ocultar de manera consciente o no una cojera ideológica, cabe cualquier actitud hacia nuestro pasado, sea de atracción y fascinación o de asco y repulsión. Una de esas historias imaginarias es la que afirma que España la inventó Franco. Y a partir de ahí cualquier expresión, símbolo o manifestación artística que tuvo durante el franquismo cierta permanencia o proyección es calificada de facha, casposa, rancia… y por tanto despreciada por aquellos que parecen haber obtenido sus conocimientos del pasado por ciencia infusa, y que, encima, sentencian micrófono en mano.
Un ejemplo es la canción folclórica española, o copla como reivindicara con acierto Carlos Cano. El primer error es considerarla exclusivamente patrimonio musical andaluz. Así se sigue haciendo en Canal Sur, vector clave para entender el andalucismo actual, mucho más pintoresco hoy día que en tiempos de Blas Infante. Es cierto que si enumeráramos la lista de cantantes del siglo XX encontraríamos muchos andaluces y andaluzas, pero también valencianas como Concha Piquer, vascas como la picassiana Blanquita Suárez, madrileños como Angelillo, manchegas como Sara Montiel, aragonesas como Raquel Meller, salmantinos como Rafael Farina, catalanes como Miguel Poveda... Es en la casi infinita variedad de la tierra y gentes de España donde bebe la copla.
El segundo error es el calificativo de franquista o reaccionaria con el que muchos indocumentados señalan el origen de estas canciones. La copla triunfó y se impuso, desde ese punto miope de vista, por el proyecto uniformizador españolista de Franco y su cohorte cuartelaria. Nada más lejos de la realidad histórica. La creatividad musical en tiempos de la Segunda República y su rápida conexión con el cine español, son el punto de partida de una trayectoria ascendente. La máxima expresión de esta alianza artística se alcanzó en la década de los cincuenta y posteriores, ya en pleno franquismo, y que en el caso de Andalucía llega hasta hoy día.
Algunos ejemplos de una lista interminable. Ojos verdes es una de las canciones más exitosas de este género musical. Surgió en 1931 en el café La Granja Oriente de Barcelona. Sentados en una mesa estaban tres conocidos poetas y artistas homosexuales (Rafael de León, Federico García Lorca y Miguel de Molina) charlando sobre amoríos con marineros de ojos verdes. La canción no sólo fue censurada en el franquismo en unos versos, uno de sus inspiradores fue fusilado y otro tuvo que exiliarse. En Argentina, terminó sus días Miguel de Molina y acabó también uno de sus compositores, Salvador Valverde, que junto a León y Quiroga, había dado forma a este éxito. A este trío musical se le deben otras coplas tan conocidas como Triniá, ¡Ay, Maricruz!, Carcelera, Rosa de Pasión, Te quiero…
El exiliado republicano Valverde fue también compañero de otro rey de la copla, el condenado y encarcelado anarquista murciano Ramón Perelló, autores de la inolvidable La bien pagá, que, junto al sevillano Mostazo, habían compuesto en aquellos años títulos tan populares como Mi jaca, Échale guindas al pavo, Falsa monea… Otro exiliado fue el famoso Angelillo, cantor de la República, recordado entre otros éxitos por La hija de Juan Simón (1935), estremecedora canción que dio título a la película del mismo nombre que dirigieron José Luis Sáenz de Heredia (futuro director de la franquista Raza) y Luis Buñuel.
¿Asco? En su origen la copla fue la máxima expresión musical española de la transgresión y el divertimento. Reconocerlo es el mejor homenaje que aún se puede hacer a tantas víctimas de la intolerancia que sufrieron la represión y el exilio exterior y, en la mayoría de los casos, interior.