El presidente Zelenski intervino en el Congreso de los Diputados siguiendo la misma línea argumental de sus intervenciones en parlamentos nacionales en diferentes países. Reclamó más ayudas y más armas porque en su opinión Ucrania representa a la democracia europea; dio un tirón de orejas a empresas que, según su criterio, seguían comerciando con Rusia y buscó un referente histórico. No se salió del guion.
Como referente histórico buscó en España el bombardeo de Guernica donde la aviación alemana ensayó con toda su crudeza los ataques de la Luftwaffe previos a la Segunda Guerra Mundial en varios países europeos. Era su forma de pedir ayuda ante el bombardeo inmisericorde de Mariúpol o Járkov. Era su forma de poner en evidencia que, a su juicio, Europa no hace lo suficiente ante el ataque ruso. Era su forma de decir que la Europa actual hace lo mismo que hace más de 60 años hicieron Francia o Gran Bretaña con la República Española. Se pusieron de perfil, mientras que los aliados de los fascistas comandados por Franco, Alemania e Italia, campaban a sus anchas preparando lo que poco tiempo después fue la gran guerra.
La referencia del presidente Zelenski no iba más allá. Era un ejemplo de ataque indiscriminado a la población civil. Solo un ejemplo que ha levantado a los blanqueadores del franquismo, la versión española del fascismo. Santiago Abascal se quejó en un tuit que podía haber puesto como ejemplo Paracuellos. Poco tiene que ver este episodio con lo que quería decir Zelenski. Pero sí quedó clara la postura de Abascal que se refugió en un hecho brutal de la guerra civil --hubo miles más en los dos bandos-- para quitar hierro al bombardeo de Guernica por parte de los alemanes. Una forma de blanquear al franquismo que siempre negó los hechos. Los registros del Nodo acusaban a dinamiteros republicanos. Un remake de lo que ahora ofrecen los rusos negando las matanzas de civiles, negando los ataques a la población civil con bombardeos indiscriminados. Negando, en definitiva, la violencia que pretende amedrentar al enemigo atacando a los hijos, hermanos, padres y familiares de los soldados para minar su moral.
Abascal, y su partido neofascista, ha quedado en evidencia. No solo las 13 rosas eran unas asesinas, según reza su credo, sino que Guernica no fue un hecho aislado de la brutalidad del ejército fascista, y sus aliados of course, sino obra de los dinamiteros republicanos, negando una realidad. Guernica no fue un hecho aislado. Se repitió en Durango, Barcelona, Teruel, Madrid y un sinfín de pueblos y ciudades que cometieron el delito de ser fieles al régimen de la República, el único legal. Abascal y Vox se han afanado en blanquear a los golpistas con el argumento de que vinieron a poder orden en “el caos rojo”.
Algo similar a lo que ahora les oímos en el Congreso de los Diputados. Hace unos meses se desgañitaban acusando al ejecutivo de “ilegítimo”. Se pueden decir muchas cosas del Gobierno de Sánchez, pero nunca ilegítimo, porque es un gobierno democrático amparado por una mayoría de españoles. Es lo mismo que los golpistas dijeron del Gobierno de la República. La historia se repite. Por si fuera poco, un osado, e inculto diputado de Vox, José María Sánchez García, sacó la pata del banco acusando a Sánchez de ser el Führer y a Félix Bolaños la reencarnación de Goebbels. En un principio pensé que era un osado ignorante, pero estaba equivocado. Este señor puso negro sobre blanco la ideología fascista acusando a los contrarios de aquello que ellos acunan. Vox y su coro quieren dibujar una España sometida una dictadura socialcomunista, arrogándose la representación de los españoles de bien. El resto, evidentemente, son malos españoles, ¡sólo faltaría!
Para colmo, la presidenta de la cámara, Meritxell Batet, abogó por retirar las palabras del penoso diputado del libro de sesiones. Se equivoca la presidenta. Los españoles de hoy, y los del futuro, tienen que saber cómo piensan sus representantes para juzgarlos en la historia. Retirar sus palabras hacen un flaco favor a la democracia, porque es precisamente a esta democracia a la que se quieren cargar porque Vox quiere aprovechar su momentum para erosionar el sistema erigiéndose en salvapatrias. Y nunca le ha ido bien a España con los salvapatrias. Los que alegremente les votan deberían tomar nota porque es evidente que votar Vox es blanquear al fascismo, es votar volver a la página más negra de nuestra historia.