El nuevo choque entre Junts per Catalunya y ERC a propósito de los contactos de Carles Puigdemont y sus hombres de confianza con personajes rusos cercanos a Vladímir Putin podría quedar en una anécdota si no fuera porque el fondo del asunto cada vez es más consistente y adquiere una nueva dimensión en plena guerra de invasión de Ucrania por decisión del autócrata que habita en el Kremlin.

El pasado martes, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, destapó la caja de los truenos al dar credibilidad a las informaciones que se vienen publicando sobre los contactos del independentismo más cercano a Puigdemont con Rusia. “Eran unos señoritos que se paseaban por Europa con la gente equivocada porque durante un rato se creían James Bond”, dijo Rufián, que acusó a Puigdemont y su entorno de una “frivolidad terrible” que perseguía “hacerse selfies en según qué despachos”, aunque fuera a costa de reunirse con “sátrapas”.

La reacción de Junts fue furibunda. El vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró, calificó esas palabras de “intolerables” mientras que el secretario general del partido, Jordi Sànchez, llamaba a Rufián “ignorante” y “miserable”. Otros dirigentes de Junts se sumaron al coro y alguno hasta llegó a advertir de que Junts podía romper el Govern, amenaza que ERC no se toma en serio.

Al día siguiente, Rufián matizó sus palabras en la forma, por su “vehemencia”, pero no en el fondo, porque mantuvo que el único referente del independentismo han de ser las democracias y el respeto a los derechos humanos. Insistió en que “la contundencia” es necesaria cuando se trata de desvincular al independentismo catalán de las injerencias rusas. “De ninguna forma tenemos que dejar que vinculen un movimiento democrático, pacífico y que está por intentar ampliar al máximo la base con un sátrapa como Putin, y si esto pasa tenemos que actuar contundentemente”, añadió. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, evitó desautorizar a Rufián.

Los dirigentes de Junts han reprochado también a Rufián que con sus palabras se convierte en “portavoz de las cloacas del Estado”, como si todo lo referente a los contactos de Puigdemont y su entorno con Rusia fuera un invento del CNI, de la Guardia Civil y de los jueces. Sin embargo, esta acusación se cae por su propio peso cuando nada menos que el Parlamento Europeo aprobó el 9 de marzo un informe en el que pide que se investiguen a fondo los “contactos estrechos y regulares entre funcionarios rusos y representantes de un grupo de secesionistas catalanes en España” y cómo estos lazos han formado parte de la estrategia de Rusia para “desestabilizar” la democracia en la UE. El texto fue aprobado por 552 votos a favor, 81 en contra y 60 abstenciones.

Aunque fue redactado antes, el informe se ha aprobado cuando la UE y Occidente han roto todos los contactos con Rusia por la invasión de Ucrania y coloca en mal lugar a los independentistas de Junts, de ahí su nerviosismo y sus reacciones tan airadas a lo dicho por Rufián. La mención a los secesionistas catalanes se incluye en un párrafo en el que aparecen citados numerosos partidos de extrema derecha que han “firmado acuerdos de cooperación con el partido Rusia Unida del presidente Vladímir Putin”.

Estas conexiones, desveladas en parte por The New York Times y medios españoles como El Periódico y El Confidencial, “requieren una investigación en profundidad y forman parte de la estrategia más amplia de Rusia para aprovechar todas y cada una de las oportunidades para manipular el discurso con el fin de promover la desestabilización”, según el informe.

Entre esos contactos destacan los tres viajes que hizo a Moscú el jefe de la oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, en marzo y junio de 2019 y en febrero de 2020, en los que se reunió con personas próximas a Putin, y un encuentro en Barcelona en octubre de 2019, en el que participó el empresario ruso afincado en España Alexander Dmitrenko, al que el CNI vincula con el espionaje ruso. Dmitrenko se entrevistó también con Puigdemont en Ginebra en junio de 2019.

Alay admite sus viajes a Moscú y su relación con Dmitrenko, pero alega que no fue a Rusia a pedir apoyo para la independencia catalana, sino solo a realizar actividades académicas y a explicar la situación política en Cataluña. “Es una falsedad que yo pidiera apoyo de Moscú en el caso de que Cataluña fuera independiente”, declaró el miércoles a RAC1. “El relato de que intentamos desestabilizar a la Unión Europea con nuestros contactos es una absoluta fantasía”, prosiguió.

Lástima que el Parlamento Europeo no opine lo mismo. Y eso es lo que preocupa realmente al independentismo porque la Eurocámara no son las “cloacas del Estado”.