En algunos mentideros madrileños circula desde hace semanas el rumor de un adelanto electoral. Primero fue tras la defenestración de Pablo Casado. La derecha temió una jugada asesina de Pedro Sánchez contra el PP, que en todas las encuestas caía con fuerza en medio de tamaño lío interno y desprestigio público, hasta el punto de que Vox le alcanzaba en algunos sondeos. En el Congreso, el presidente del Gobierno quiso tranquilizar al principal partido de la oposición asegurándole que no pensaba hacerlo. Después, con la invasión rusa de Ucrania y el envío de armas por parte de España al Gobierno de Zelenski se produjo una crisis dentro de Unidas Podemos, en abierta discrepancia con la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, que apoyó sin fisuras la rectificación de Sánchez. Algunos interpretaron que al presidente se le ponía a tiro la disolución de las Cortes, matando así dos pájaros de un tiro: a un PP todavía débil y a unos socios incómodos, frustrando de paso el proyecto personal de Díaz, cuyo carisma político a los socialistas podía quitarles votos. Han pasado dos semanas y ese camino tampoco va a cogerlo el líder socialista porque los morados, tras algún exceso verbal como llamar al PSOE “partido de la guerra”, andan ya muy calladitos, han jurado fidelidad a Díaz y Sánchez, y ni por asomo hay nada parecido a una crisis de Gobierno.

Y, sin embargo, el rumor de un adelanto electoral reaparece de nuevo. Ahora mismo la sospecha es que, ante el tremendo impacto que tendrá la guerra de Putin en la economía europea, frente a la brutal escalada de la inflación y el riesgo de que el crecimiento previsto vuelva a reducirse o incluso entremos en crisis, Sánchez se dispone a adelantar las elecciones en cuanto pueda. ¿Bajo qué circunstancias? En cuanto se aclare la situación en Ucrania. Seguramente más pronto que tarde porque difícilmente Putin va a poder sostener una ocupación militar del país vecino. Para antes de mayo la guerra tendría que haber acabado con un acuerdo entre Moscú y Kiev sobre Crimea y el Donbass, excepto, claro está, que el conflicto escale hacia un enfrentamiento entre bloques (Rusia y China contra Occidente). Descartado ese escenario apocalíptico, Sánchez necesita disponer de un balance de daños. También que la Unión Europea desacople pronto el gas de la electricidad, tal como lleva pidiendo desde hace uno año el Gobierno español, para poner freno al precio de la energía, y aparecer como un influyente líder europeo que recibe abrazos en las cumbres comunitarias. Entre tanto, España seguirá presionando con la ayuda de Francia e Italia para que la Comisión mantenga la flexibilización de las reglas fiscales, y se decidan nuevos fondos europeos de estímulo económico. La guerra que casi nadie previó tras una pandemia de dos años, marcará un nuevo punto de inflexión que exigirá una redefinición de muchas políticas y prioridades, como, por ejemplo, doblar el presupuesto en defensa que sus socios no querrán en absoluto. Hay que reconocer que Sánchez se ha crecido ante dificultades y ha sabido sortear momentos muy difíciles pese a gobernar en minoría y en coalición. El adelanto electoral, antes del duro sacrificio que nos espera, es un escenario nada despreciable que en la Moncloa ya están estudiando. Digamos que para finales de septiembre. Veremos. Hagan sus apuestas.