Hace unos días una persona me dijo que yo era un prejubilado. Me quedé pensativo unos segundos y, después, mirándola, le dije con alegría: "No, soy un sénior”. A continuación pensé: “¿Por qué le has dicho no a la palabra prejubilado y sí a sénior?”.

En Japón, el 28,4 %de la población tiene más de 65 años, con una esperanza de vida de 84,3 años, una de las más altas del mundo. Además, es uno de los países que ofrece mejor calidad de vida a las personas de más edad.

España tiene unos porcentajes que empiezan a seguir la estela de Japón. Con el 19,9% de la población mayor de 65 años y una esperanza de vida de 82,3 años. Cifra alta en comparación con el resto del mundo.

Ante estas datos tenemos varios debates cruzados: los séniors, los mayores, no se marchan, cada vez viven más y con una calidad de vida mejor que sus ancestros (la salud y todo la gama de servicios que se van ofreciendo, los deportes, con especial énfasis al andar y pasear, la alimentación, el nuevo ocio y el nuevo turismo, sin olvidar la cara oscura de la soledad, la brecha digital y las condiciones de vida para muchas personas de más edad) y los jóvenes no acaban de llegar, de poder llegar (sueldos bajos, precariedad laboral, viviendas caras o muy lejos de los centros de trabajo).

Se está larvando un dialogo intergeneracional muy complejo. A menudo hablamos de pacto social, con una  clara significación laboral, tal vez deberíamos abrir el foco y añadir la dimensión intergeneracional.

Las escuchas activas sociales y sus empatías van a ser fundamentales. Las posibles respuestas deben evitar los falsos apriorismos del conocimiento y las experiencias acumuladas. El "yo sé, porque he vivido” tiene mucho de real, pero aleja a la gente joven que quiere empezar a vivir su vida de forma autónoma, con todas sus realidades.

A la escucha activa y las empatías deberíamos añadir otro vocablo: el socorro mutuo. El saber transmitir, el saber escuchar, es un aprendizaje mutuo. Los trenes de la vida nos llevan a visitar muchas estaciones, la mayoría  desconocidas por mucho que nos fueran citadas. Los miedos, las angustias, los temores hacen surgir lo peor de los animales. Estos no atacan normalmente si no se sienten amenazados. Un canibalismo social acecha en las calles, plazas y pueblos. En un mundo de lógica binaria, rural-urbano. joven-mayor. rico-pobre, hemos de descubrir el valor del mutuo aprendizaje compartido. Joven podría significar ímpetu, fuerza; séniors, tal vez tiempo, reflexión.

Son perspectivas diferentes que se generan en momentos diferentes. Generación silenciosa, boomers, generación X, generación milenial, generación Z, todas tienen en su marco temporal sus componentes característicos, sus afecciones y vínculos.

Las experiencias compartidas de mucha gente de más de 60 años, con muchas horas de trabajo a la espalda, sin contrato y poco salario, se pueden reflejar en realidades presentes de muchos jóvenes. ¿Cuál sería una de las principales diferencias entre aquella vieja foto en blanco y gris y la actual de colores? Muchos años de esfuerzo y unas pensiones con muchas dudas, por un lado, y la frustración de expectativas por otro.

Estudiar para tener un buen trabajo y un buen salario no es ancla aspiracional en la actualidad. La realidad no se adapta a los deseos. Tal vez hemos proyectado sobre los jóvenes las expectativas de los mayores. La lógica del progreso continuo, del ascensor social, se ha estropeado. La gente de más de 60 años sabía que trabajando, ahorrando, estudiando, se progresaba; en la actualidad estos axiomas son más dudosos. El trabajo, el esfuerzo, el estudio son condiciones necesarias, pero insuficientes en la actualidad.

En un mundo tan complejo e intercomunicado debemos acompañar, saber estar, aprender, ayudar y saber escuchar en las dos direcciones: fácil no es, pero sí que es necesario. Hemos de trasmitir nuestros valores y visiones. Cada generación tiene las suyas pero no hagamos dejación de funciones, no seamos tan políticamente correctos que el silencio o la renuncia de expresar nuestra opinión sea nuestro compañero de viaje.

No es tiempo de batallitas Intergeneracionales. Si no queremos abrazar la soledad del robot y de los juegos de ordenador como compañía permanente, debemos ayudar a las nuevas cohortes a que tengan protagonismo, y no caer en las mutuas soledades, no es cuestión de renunciar, el reto es compartir retos sociales, económicos y ambientales.

El modelo social y económico surgido después de la Segunda Guerra Mundial, formación, trabajo y jubilaciones, está en revisión. Todos aspiramos a llegar a séniors, pero no a ser olvidados. Séniors y jóvenes queremos ser considerados como ciudadanos y no como mero producto comercial. La nueva industria de los servicios esta alterando los parámetros de la formación clásica. Seamos claros, ya que las ambigüedades, a menudo, confunden, generan frustración.