Esta semana nos hemos podido quitar el bozal, se ha abierto el ocio nocturno y en los colegios ya no se hacen cribajes. Las restricciones se acaban y ahora toca hacer vida normal, con mayúsculas. La nueva normalidad no existe, ahora entramos en, simplemente, la normalidad. Pasemos página de una pandemia maldita cuyos efectos se han visto multiplicados por unos políticos más pendientes de la demoscopia que de la salud. Las buenas intenciones de hace dos años se han diluido en un populismo diría que viscoso del que han emanado normas de imposible comprensión y poquísimo impacto real.
El último, e inofensivo, sainete lo tenemos con la obligatoriedad de las mascarillas en las calles. Para convalidar el real decreto se mezclaron las mascarillas con una paga extra para pensionistas. Y una vez aprobado, se quitan al cabo de una semana, pero no de manera inmediata sino “a plazos”. Primero se filtra, luego se aprueba por el Consejo Interterritorial de Sanidad, luego por el consejo de ministros, luego el BOE... casi una semana para decirnos que no hace falta hacer el paripé. No es el huevo, es el fuero. No es el fondo, sino una forma que es tan torpe como casi todo lo que se ha legislado en relación con el Covid, tarde, mal y a bulto. Pero es igual, esto ya es pasado. Adéu!!
Hay que abrir tiendas, comercios, hoteles y restaurantes. Hay que salir, hay que gastar. Vengan ahora las ayudas e incentivos al consumo. Tenemos una sociedad adormecida y atontada, demasiado pendiente de las normas y de ayudas más anunciadas que ejecutadas. Tenemos que quitarnos la caspa de encima de una vez. Hemos de quitar los horribles bloques de hormigón amarillo de nuestras calles y vivir en mayúsculas. Quedan pocas semanas para que tenga lugar el Mobile World Congress y debemos despertar para ser unos excelentes anfitriones.
Es demasiado triste compararnos con Madrid, pero no estaría de más pagar a todos nuestros políticos un fin de semana en la capital de España para que disfrutasen de una ciudad que no sabe de restricciones de horarios, ni ahora ni nunca. Los espectáculos de la Gran Via comienzan a las 22.00 el sábado, asÍ la gente puede cenar antes (nuestro Liceu ahora tiene un horario monjil, función a las 19.00, los teatros comerciales a las 20.00). Los domingos las tiendas del centro, El Corte Inglés incluido, abren todo el día. Las tiendas de lujo están abiertas todos los días una hora más que en Barcelona. No es centralismo, no es Ayuso, son ganas de vivir.
Podemos entendernos indepes y no indepes en lo fundamental, mejorar las condiciones de todos los ciudadanos. Primero seamos prósperos y felices, luego ya decidiremos con quién compartimos nuestra prosperidad. Lo que no podemos hacer es asumir que decrecer y empeorar es un objetivo común. No y mil veces no. Bienvenidos cruceristas, turistas de cualquier origen que vienen a Barcelona por cualquier causa. Bienvenido turismo de congresos, familiar, estudiantil, de despedidas de soltero... bienvenido querido turista que no solo generas ingresos en hoteles y restaurantes sino que hasta llenabas nuestro marchito Camp Nou. Hagamos la vida fácil a los que quieren invertir y a los que vienen a trabajar o a estudiar. Barcelona todavía es una gran marca mundial, mucho mejor de lo que podemos imaginar. Hagamos todo lo posible por mantenerla.
Lo más probable es que en cuestión de meses el Covid sea un mal sueño, una auténtica pesadilla para quienes han perdido amigos y familiares, o para quienes han pasado semanas enchufados a un respirador. Pero ahora ya no vale estar adormecidos como sociedad, hemos de ser los primeros en la recuperación. La pachanguita del teletrabajo complaciente se ha de acabar, especialmente en las administraciones públicas. Todo el mundo a la calle, todo el mundo a su puesto de trabajo, los restaurantes de menú diario nos esperan. Queridos sindicatos, hay muchos trabajadores cuyo empleo depende de que otros trabajadores salgan de sus casas. No os centréis solo en los derechos, y en la comodidad, de quienes trabajan en empresas grandes, sean públicas o privadas.
Pongámonos objetivos concretos. A por el mejor Mobile, a por un gran carnaval, a por un Sant Jordi de escándalo, a por el Godó más brillante. Planifiquemos festivales y eventos y hagamos de este 2022 un año inolvidable. No nos conformemos con el aburrimiento y la tristeza y hagamos que la próxima primavera sea la mejor de nuestras vidas, dejando atrás la maldita primavera de 2020.