Cayetana Álvarez de Toledo Peralta-Ramos, marquesa de Casa Fuerte, Caye para los íntimos, ha sido una aguerrida portavoz parlamentaria del PP, nombrada y cesada en el cargo por Pablo Casado. Su libro Políticamente indeseable trasluce su enfado por el cese. Pero es más que eso, es el libro político más interesante de 2021. Anticipa la ola de neoconservadurismo cultural, que se pretende moral, que aspira a gobernar, que nos llegará.

No necesariamente hay que coincidir con el ideario de Cayetana para apreciar su aportación al debate de ideas. Incluso se pueden compartir sus juicios acerca de los comentarios xenófobos de Jordi Pujol y Quim Torra sobre los españoles --que transcribe-- o sus críticas al funcionamiento del PP, extrapolables a otros partidos.

Su prosa es contundente, cuida cada frase y cada palabra; sus ideas, bien hilvanadas. Sus referentes intelectuales, directos o indirectos, de altura: el Alain Finkielkraut de La derrota del pensamiento; Karl Popper por La sociedad abierta y sus enemigos; John H. Elliott, notable hispanista, director de su tesis doctoral; Raymond Aron, gran analista del siglo XX; Mario Vargas Llosa, icono del liberalismo; Fernando Savater, comprometido pensador antinacionalista, entre otros.

Cayetana, tres nacionalidades, culta, políglota, doctorada en historia por Oxford, viajada, exhibe su elitismo --“venero la inteligencia y soporto mal la estupidez”-- y lo restriega en la cara a la clase política española, incluida la cúpula del PP con Casado a la cabeza, seguido del despreciado Teodoro García Egea, secretario general del PP. Polemista acerada, expone con pasión sus filias, sorprendentes algunas, y sus muchas fobias, en particular las que siente por la izquierda, la del PSOE, PSC y Podemos, y por el nacionalismo periférico, principalmente el catalán.

Políticamente indeseable es todo en uno: autobiografía --su ego y su familia ocupan páginas enteras--, crónica política, combate cultural, rendición de cuentas con los “blandos” del PP, panfleto y una exposición de su ideario político: una exaltación del liberalismo --“el orden liberal, el mejor de los posibles”-- y un rechazo frontal del nacionalismo, el periférico, no así del español.

En su tajante oposición ideológica a la izquierda pierde la elegancia mostrada en otras cuestiones para caer en el mismo simplismo, hecho de infundios y palabras gruesas, que atribuye a la izquierda. Cayetana no tiene presente que en la sociedad “abierta y libre”, notablemente defendida por ella, la identificación sociocultural gira en torno a la derecha o la izquierda, y que tan legítima es la una como la otra, como distintas son sus respectivas responsabilidades en la situación de España.

En las densas 519 páginas del libro, Cayetana no rebate a la izquierda en el Gobierno por sus propuestas --ignora leyes sociales, que tilda de “leyes ideológicas”, ingreso mínimo vital, escudo social, revalorización de las pensiones, salario mínimo interprofesional, etc.--, sino por lo que considera sus derivas “reaccionarias”. Al parecer, no hay una izquierda ideal para la derecha y tampoco una derecha ideal para la izquierda. Si halláramos esos ideales, ganaríamos todos en convivencia y eficacia política.

Respecto a la Cataluña partida por la mitad, Cayetana propugna la defensa encarnizada de la mitad no independentista, a la otra mitad, ni agua. Para superar la división, su remedio es acrecentar la base social de la mitad no independentista, pero cómo, ¿cómo atraer necesariamente a gentes de la mitad independentista, puesto que, según ella, la polarización identitaria deja sin centro? Eso Cayetana no lo desvela.

El libro es un éxito editorial. Los militantes del PP y muchos de sus votantes se sentirán desconcertados por sus revelaciones y juicios. Cayetana, a pesar de alguna zalamería, hace un retrato demoledor de Casado: personaje atenazado por los miedos “a la izquierda, a la derecha, a los medios, al qué dirán”, de “empatía variable”, "en lugar de ideas”, de “vaivenes y vacilaciones”, de “giro al centro de la nada”.

Cayetana, aun siendo brillante, no convencerá. Su liberalismo es el viejo, pero recortado, su enfrentamiento con Génova la deja en un limbo político, su aportación al neoconservadurismo cultural requiere más elaboración teórica, sus críticas a la izquierda son solo partidistas, su estrategia contra el separatismo es insuficiente, su lamento de que faltan élites en España --élites que en su cosmovisión “deben ser” las conservadoras-- es gratuito, puesto que en España no ha habido otras élites dominantes que las conservadoras.

La consecuencia del peso aplastante de esas élites a lo largo de la historia es más de 11 millones de pobres hoy y algunos millones más en riesgo de exclusión, a cuyas circunstancias materiales y culturales Cayetana no alude nunca. Ninguna otra gran sociedad europea padece semejante balance.

En todo caso, su coraje en la defensa de sus ideas merece el respeto de sus muchos detractores a derecha e izquierda. Replíquesele con un libro, no con descalificaciones.