Un grupo de jóvenes de Societat Civil Catalana (SCC) se organizaron para crear el espacio de la juventud en nuestra actividad cotidiana y por supuesto mucho tuvieron que ver en la organización, apoyo y energía que requirieron las grandes manifestaciones del 8 y 29 de octubre de 2017 en Barcelona, que no fueron una actividad cualquiera puesto que alteraron el rumbo del delirio independentista incontestado hasta entonces en Cataluña y en España.
Esos jóvenes, a los que tuve el placer de conocer y arropar en mi condición entonces de presidente de SCC, armados de valor y sensatez, se enfrentaron a los radicales en la universidad, en el paraninfo, en las carpas y en todos aquellos espacios y momentos en los que era necesario que asomara la Cataluña mayoritaria y sensata. A pecho descubierto y en clara inferioridad frente a las hordas violentas, tuve el placer y el honor de acompañarlos también en ocasiones a diferentes actos en los que explicaban al público asistente los porqués de su razón de ser, que no era más que la convivencia en paz en un ambiente universitario diverso, respetuoso y plural.
Como todo en la vida evoluciona, acabó mi época de presidencia y supe que esa facción de jóvenes de Societat Civil Catalana prefirió tomar un camino más libre y de menor dependencia de la marca --sin que yo entonces ni desde aquí ahora deba reflexionar sobre razones, actitudes y hasta quizás algunos desencuentros, aunque, si no me equivoco, con mis disculpas previas--, lo que desembocó en el nacimiento de S’ha Acabat.
Lógicamente los iniciales y originales líderes han evolucionado en su juventud y responsablemente siguen el curso de sus vidas universitarias, de postgrado y de actividad laboral consecuente, por lo que han dado paso a quienes ahora ostentan la representatividad manteniendo la actividad con idéntica actitud y valentía. Y así debe ser pues la juventud no se esconde tras un pasamontañas, ni la alegría tras una capucha, ni se enmascara la convivencia con escaparates rotos, mobiliario urbano destrozado, fuego y adoquines.
Ahora ese grupo de descerebrados que deberían estar bajo custodia judicial y policial, así como sus padres arruinados a multas e indemnizaciones por los destrozos de los chiquillos, por desesperación, complejo de inferioridad y cobardía, se esconden tras la capucha de las redes sociales para amenazar al colectivo S’ha Acabat y a sus integrantes con violencia extrema que por supuesto deben desencadenar acciones y consecuencias judiciales y penales.
Desde esta tribuna quiero manifestar mi apoyo y solidaridad en todo aquello que en mis manos esté, ya sea como presidente de España Cívica o a título personal. A esa gentuza hay que acorralarla, enjaularla y posteriormente expulsarla de nuestra sociedad a su mundo salvaje y sin normas.
En el mundo animal, de forma natural todos sabemos que se subsiste matando o muriendo con orgullo y dignidad, pero esta banda que dirige la violencia, unos encapuchados y otros no, solo encuentran su satisfacción tirando la piedra y corriendo a esconderse por pánico al dolor, y se jiñarían en los pantalones a la primera que se vieran amenazados y acorralados, y el hedor hasta inundaría las ondas de las redes sociales.
La juventud de S’ha Acabat puede estar muy tranquila pues además de estar en la parte correcta de la historia, su valentía tendrá siempre sus frutos con el masivo apoyo de la sociedad catalana y española, quizás primero más tímidamente pero triunfará el día que despellejada de sus miedos y pasividad manifieste de forma contundente que s’ha acabat!.