El 2022 será probablemente el año de la historia en el que más conocimiento produciremos como humanidad. Todo y así, el conocimiento sin aplicación, sin distribución o sin sentido común no sirve para mucho.
Hoy en día utilizamos el conocimiento y la tecnología para crear armas o dispositivos inteligentes, como las mesas de interrogatorio inteligentes para usar junto con las famosas sillas tigre de tortura o los drones autónomos que ha adquirido Irán a Tiandy, su proveedor chino.
Ahora ya tenemos herramientas y conocimiento suficiente para detener el Covid-19 (y sus variantes) pero no lo hacemos porque hemos puesto fronteras económicas a esta pandemia. Hoy en día tenemos el conocimiento y la tecnología para diseñar, detectar, producir, distribuir, trazar y vacunar a toda la humanidad haciendo el virus endémico pero solo si priorizáramos la humanidad como mundo. Ahora bien, nos empeñamos en abrir y cerrar pequeñas fronteras cuando el virus no las usa y hacemos continuamente de la pregunta de quién lo paga y al final la factura será más cara para todos.
Por definición, una sociedad del conocimiento es aquella que genera, comparte y hace accesible a todos sus miembros el conocimiento que se utiliza para mejorar las condiciones humanas. Estamos en una sociedad en la que producimos conocimiento y hacemos crecer industrias del conocimiento, pero nuestro modelo social no está basado en él ni tan solo en el sentido común, sino que estamos en la sociedad capitalista mal entendida.
Parece que la inteligencia artificial sustituirá a la inteligencia humana en algunos aspectos, pero lo que estaría bien es que sustituya a la estupidez humana y empecemos a pensar como una especie en peligro de extinción por su falta de inteligencia y generosidad consigo misma.
Recientemente se ha publicado el Índice Global del Conocimiento 2021 que mide como el conocimiento apoya al desarrollo humano integral y sostenible. En ese sentido valora aspectos como: educación pre y universitaria, su relación con el mercado laboral, la I+D+i, las TIC, la economía y el entorno y por tanto encabeza el índice: Suiza, Suecia, Finlandia, Estados Unidos y Países Bajos.
Uno de los ítems que mide el índice son las empresas disruptivas. Christensen acuñó el término de tecnología e innovación disruptiva en el 1997 que es la que marca una ruptura significativa en la manera de hacer las cosas, pero no habla del alma de los proyectos sino de la competencia empresarial.
Tanto la transformación digital como la pandemia justamente han hecho crecer como nunca las industrias basadas en el conocimiento incluidas las disruptivas y con ellas el número de knowmads. Los nómadas del conocimiento (knowledge nomads) acuñados por John Moravec en una conferencia Ted, son trabajadores que destacan por su flexibilidad, creatividad, espíritu colaborativo y no conocen fronteras.
En sentido más literario, Veronica Roth en su trilogía Divergente, Insurgente y Leal describía un nuevo mundo dividido en castas en las que su protagonista empieza siendo divergente de su supuesta casta, se declara insurgente del sistema y por último es leal a la humanidad más allá de las fronteras impuestas. En cierta manera los knowmads son leales y colaboran entre sí porque son conscientes que el conocimiento compartido se multiplica y suman sus sinergias para el bien común, son sinergentes.
En este 2022, entraremos en la era del conocimiento global si liberalizamos el acceso a la educación, democratizamos la tecnología, aplicamos el humanismo y somos sinergentes. Feliz año 2022 con conocimiento sinergente.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, troyanos y trolls y rodearos de sinergentes que siempre suman aptitudes, equipo y valores.