Los españoles hemos celebrado esta semana el 43º aniversario de la Constitución de 1978, una Carta Magna que yo no pude votar porque estaba haciendo el servicio militar en Valencia. Fueron unos años de esperanza y libertad, después de una larga noche. La dictadura de Salazar de Portugal también había caído como la nuestra, pacíficamente. Y aquí ya gobernaba Adolfo Suárez.
La Constitución Española la votaron partidos democráticos: de derechas, la UCD del citado Adolfo Suárez, la mayoría de la AP de Manuel Fraga Iribarne o los democristianos catalanes, aunque el PNV de Xabier Arzalluz se abstuvo; y de izquierdas, el PSOE de Felipe González o el PCE de Santiago Carrillo. En Catalunya, el 90% del electorado, más que en el resto de España, le dio su apoyo. El presidente del Partido Comunista se portó como un hombre de Estado al aceptar la actual bandera nacional, aunque la suya era la tricolor, como ahora lo es la de los antisistema de Unidas Podemos.
Lo único que no gustó fue la amnistía política para los presos por delitos de sangre de ETA. Fueron años de plomo y sangre: los partidos democráticos fueron muy inocentes y España sufrió el dolor de casi 1.000 muertos de ese terrorismo que acabó hace diez años, y las cicatrices aún perduran...
Fue el único defecto de la Transición política. En estos 43 años de democracia plena nos ha decepcionado ahora el Rey emérito Juan Carlos I, por la presunta corrupción económica y sus amantes. El primero en denunciar fue el historiador Juan Eslava Galán, escribiendo de todas las corrupciones de España, y el caso de la actriz y vedette Bárbara Rey. Mi presidente de la Revista del Vallès, Pere Viaplana Riera, todos los veranos al volver de las vacaciones en Palma de Mallorca me lo decía...
La corrupción económica llega también a todos los niveles de derecha e izquierda, nacional y autonómica. La radicalización nacionalista ha creado el fenómeno de Vox. Por eso, ahora más que nunca: Visca la Constitució!