Convergencia económica y divergencia política. Es la dualidad dramática de las dos Españas de hoy, no las del poeta; un espacio en el que los análisis económicos convergen, mientras las opiniones políticas divergen hasta convertir el Congreso en una jauría. La ministra Nadia Calviño ha recibido el nihil obstat de Ursula Von der Leyen a los flujos españoles de los fondos Next Generation, coincidiendo con el momento en que los papeles del Círculo de Empresarios de Madrid y los del Cercle d’Economia de Barcelona llegan a conclusiones similares sobre la salida de la crisis y el crecimiento de los próximos meses.
Neoliberales y ordoliberales acercan posiciones; el Consenso de Washington y su adversario, la Economía Social de Mercado, se aproximan. Ignacio de la Torre, socio de Arcano Partners y presidente del consejo asesor del Círculo de Empresarios, marca la pauta recortando solo un punto las previsiones del Gobierno para 2022: “Con el ahorro embalsado que hay, la mejora de la confianza del consumidor y la evolución laboral, que va a generar más consumo, es razonable pensar que una parte irá al PIB y que en 2022 el crecimiento sea cercano al 6%”. La reflexión de De la Torre coincide con los datos que maneja el Cercle. Ambos think tanks consideran desfasado el miedo expresado por la CEOE a la deslocalización de empresas producto de la implantación de un impuesto mínimo de sociedades. Europa es el mayor mercado del mundo y además no tiene riesgo arancelario. Estamos ante una oportunidad única.
Reconforta saber que el fondo de la bella canción We’ll Met again (Nos volveremos a ver) está ya en las agendas teóricas de los institutos de opinión. El encuentro evoca la última estrofa de la misma letra --sé que volveremos a vernos en una día soleado-- de la mano de Ursula, la voz de una Europa cohesionada, como la que comparte un amplio abanico que va desde el equipo económico del Gobierno español, al premier italiano y expresidente del BCE, Mario Draghi, al vicepresidente del banco del euro y exministro español del PP, Luis de Guindos, e incluso al pío Luis Garicano, miembro de Renew Europe en el Parlamento europeo y última trinchera del revolcón manchesteriano.
La señal de alarma de Meritxell Batet, en la Puerta de los Leones del Congreso el Día de la Constitución, no pudo ser más diáfana: basta de gritos y de demandas que solo sirven para judicializar la política. Se diría que la presidenta de la Cámara trata de evitar una nueva versión del cineasta Stanley Kubrick, el ataque contra el comunismo de Sánchez, pero esta vez, no en clave de humor negro, sino cervantino. Puede que se acerque el día soleado sin necesidad de pasar por el desastre atómico que preconizó Kubrick en Dr. Strangelove, una cinta de traducción bizarra, ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú, un clásico del blanco y negro con Peter Sellers en el mascarón.
La We’ll Meet Again, que suena en la última escena de la película, mientras cae la bomba atómica sobre Moscú en plena Guerra Fría o la que ilustra el espionaje vil de la serie The Blacklist, pueden acabar siendo todo lo contrario al holocausto satírico. Convertirse en una esperanza real; un himno del modelo pospandemia; la primera piedra de neoliberales y ordoliberales al servicio de un debate parlamentario menos embravecido.