En la calle Génova de Madrid, todavía sede del PP, aunque se haya pagado con dinero negro como reiteran las sentencias, se respira entusiasmo. Las encuestas les van de cara, pero la cita electoral se augura larga y Casado no encuentra su sitio. En la Moncloa sopesan incluso que se celebren en 2024 tras la presidencia de la Unión Europea porque auguran que esta presidencia dará réditos, más que dudosos, electorales. Y un añadido. Sánchez puede afrontar su presidencia europea sin presupuestos generales porque es más que dudoso que en 2022, en puertas de municipales y autonómicas, el presidente del PSOE pueda aprobarlos.
Otros, por otra parte, ponen encima de la mesa un adelanto electoral. Al PSOE se les puede atragantar un ciclo de andaluzas, municipales y autonómicas como una antesala de la derrota en generales. Quizá por eso, algunos socialistas como Ximo Puig planean hacer coincidir andaluzas y valencianas para frenar este efecto dominó. Y también lo piensan en Ferraz, porque las generales aúpan el voto de izquierdas entre un 6% y un 8%, algo fundamental si Pedro Sánchez quiere seguir en la Moncloa. Además, hay que tener en cuenta que si el PP gana en Andalucía va a poner en un brete al PSOE reclamando su abstención para dejar a Vox fuera de la ecuación. Una petición que, si gana Casado, también pondrá el PP sobre la mesa al PSOE de Sánchez. En ambas situaciones, Sánchez tendrá que elegir entre el mal menor.
No todo son buenas noticias para las huestes de Casado. La aparición en escena de más de 30 candidaturas en la España vaciada puede dar al traste con una cómoda victoria popular. Por este motivo, y porque Vox existe, Casado ha agudizado la catalanofobia sin olvidar la resurrección constante de ETA. Tres ejemplos. Ante la polémica sobre la lengua, el líder popular apuesta por un 155 lingüístico; el portavoz del partido, Pablo Montesinos, ha abogado por revertir los indultos; y la portavoz parlamentaria afirma día sí y otro también que los presupuestos son los presupuestos de ETA. Único objetivo: atizar el voto anticatalán y antivasco, como si todos los catalanes y vascos fuéramos independentistas. Saben que en estas comunidades el PP es residual, pero buscan reavivar sus caladeros de votos en el resto de España.
Su técnica política es calentar el ambiente y no abordar, como principal partido de la oposición, pactos de Estado. Prefieren la política de tierra quemada esperando que el gobierno les caiga como fruta madura. Además, el PP ha entrado en una dinámica suicida con la lucha fratricida de Madrid. Casado quiere imponer su liderazgo porque sabe que una derrota lo llevaría directamente al baúl de los recuerdos. Lo hace radicalizando a la derecha abanderando el discurso más reaccionario por su particular competencia con Vox.
La lucha por el poder en el partido de Madrid se ha convertido en su talón de Aquiles. Le está restando fuerza en las encuestas –algunas incluso hablan de parón en el crecimiento— y algunas de ellas apuntan que Ayuso sería mejor candidata. Un 3% más de voto con Ayuso que con Casado, lo que incluso abre interrogantes sobre la capacidad de Casado de llegar sano y salvo a las próximas elecciones. Visto lo visto, haría bien Casado en fichar a Miguel Ángel Rodríguez con dos objetivos. Uno, tener a su lado a alguien que piense. Dos, dejar a Ayuso sin su cocinero de referencia.
Casado se las promete muy felices, pero está apareciendo como un agitador y no como un hombre de Estado. Está apareciendo como un totalitario en el seno de su partido tratando de poner coto a una Ayuso que sigue en estado de gracia y está apareciendo como el líder de una España homogénea y uniforme que le resta fuerza al menos en dos comunidades, y si el PP quiere gobernar no puede ser un partido testimonial en Cataluña y Euskadi, donde sus líderes se mesan los cabellos porque se ven condenados al ostracismo. Casado está aupado en las encuestas por deserción del contrario. Sánchez lo fía todo a la economía y la economía puede ser su tumba. Se crece, pero no se crece lo que se debiera, los precios de la energía están jaqueando a sectores que paralizaron sus reivindicaciones por la pandemia –léase transportistas y agricultores—, está perjudicando a las clases populares y también medias por la inflación y el renqueante paso del Gobierno pone en tela de juicio que se ejecuten los proyectos europeos. El adversario está noqueado y acosado por múltiples crisis, pero Casado no se perfila como el líder necesario. Hay oposición a Sánchez, por la derecha y por la izquierda, pero Casado vaga sin rumbo y solo siendo agitador no se gana.