El Tribunal Supremo acaba de poner punto final a la inmersión. Hemos de repetirlo en voz alta, repetirlo y creerlo.
Entrará aire fresco que renovará nuestras escuelas, aire limpio que arrastrará lejos el monolingüismo y borrará las huellas de una discriminación que dura ya tres décadas. Volveremos a tener centros educativos donde se estudien las matemáticas, la historia o las ciencias en español, donde se debata utilizando catalán y castellano.
No es un sueño. Hemos superado la etapa más dura, llegar hasta aquí ha llevado muchos años, pero ahora tenemos una sentencia contundente que marca, de forma meridianamente clara a la Generalitat, cómo debe de actuar.
Los medios para impartir un mínimo del 25% de horas en español están disponibles, la escuela catalana tiene docentes preparados para impartir clases en castellano y abundante oferta de material didáctico para llevarlo a cabo de forma inmediata.
La justicia ha hablado, tenemos los medios, vivimos en un Estado de derecho, ¿qué falta? Falta la voluntad política para hacer cumplir la sentencia. La Generalitat amenaza con la desobediencia, el Gobierno de España con la irresponsabilidad de mirar “de nuevo” hacia otro lado y dejar que en Cataluña se siga incumpliendo la ley y aplicando la inmersión.
Pero esa sentencia nos da instrumentos, los ciudadanos catalanes padres de alumnos somos parte afectada de su incumplimiento. La Asamblea por una Escuela Bilingüe lidera desde estos últimos años la lucha por el bilingüismo a través de la vía judicial. Estamos preparados y respaldados por otras muchas asociaciones, y todos juntos listos para enseñarle la puerta de salida al monolingüismo, a la imposición y a la discriminación.
Hoy les pido que unamos fuerzas y aprovechemos esta oportunidad. No podemos seguir guardando silencio, seguir haciendo creer al nacionalismo que el silencio es consentimiento. No podemos continuar admitiendo que nos traten como ciudadanos de segunda. Los catalanes castellanohablantes tenemos los mismos derechos que los catalanohablantes, hemos de negarnos a continuar levantando la mano para pedir permiso y poder ejercer nuestros derechos.
La escuela debe enseñar a nuestros hijos a convivir en una sociedad bilingüe, a querer a las dos lenguas de los catalanes, a dominarlas en un registro culto, a apreciar y valorar la cultura en catalán y en castellano, a poner punto final a la instrumentalización política de la lengua.
Hoy está en nuestras manos. No perdamos esta oportunidad.