La vida de Xavier Novell, exobispo de Solsona, cada día se parece más a una comedia de situación televisiva. Sobre el papel, todo es de lo más normal: un hombre se echa novia y decide cambiar de trabajo. Nada que objetar. Pero es que todos los cambios vitales de nuestro hombre se prestan a interpretaciones humorísticas y comentarios chuscos. Cuando se enamora no lo hace de alguien que sea muy del agrado de sus antiguos jefes, sino de una divorciada (¡de un magrebí!) con dos hijos que escribe novelas de temática erótica con ramalazos satánicos. Y cuando cambia de trabajo, se inclina por una empresa especializada en la extracción de semen porcino (Novell es ingeniero agrónomo y la cosa se ajusta a su gremio laboral, pero es muy difícil que no se te pase por la cabeza la curiosa transición de príncipe de la iglesia a presunto mamporrero).
Quiero hacer constar que fui de los primeros en felicitarle (y felicitarnos, a mí y la sociedad que nos acoge a ambos) por haberse enamorado y haber tenido el valor de abandonar una situación personal que no le hacía feliz. Todos sabemos que la clerigalla no se lo ha puesto fácil, pero el hombre se ha mantenido firme y ha tirado adelante con sus cosas que, eso sí, se han visto teñidas de una involuntaria comicidad: en vez de una novia beata, una escritora sicalíptica interesada en el Maligno; en vez de un trabajo sobre el que no se pueda hacer ningún chiste, una plaza en Semen Cardona, pujante empresa de cierto derivado del cerdo que exporta su material --al parecer, de primera-- a 20 países de cuatro continentes. Vistas desde fuera, sus decisiones parecen portazos cada vez más fuertes y desabridos. En cualquier caso, yo le deseo lo mejor y creo que no solo él sale ganando con los cambios: recordemos que como obispo era de natural intolerante y lazi, por no hablar de su amor a los exorcismos. Y aunque, personalmente, me da igual lo que haga la iglesia católica, pues no he vuelto a ir a misa desde que hice la primera comunión, su perfil profesional nunca me pareció el más adecuado para una institución que, en teoría, predica el amor universal y el perdón de los pecados. Lo que sí ha traído el cambio de vida radical emprendido por el exsacerdote es un incremento exponencial de su público. Gente como yo no le hacía ningún caso cuando estaba ejerciendo de obispo, pero la inevitable hilaridad que provoca su evolución vital me lo ha convertido en un personaje a seguir porque contribuye a mi entretenimiento e introduce cierta variedad en la galaxia friki española, donde ya aburren un poco clásicos del género como Belén Esteban o Paquirrín, muy meritorios ambos, pero con cierta tendencia a repetirse más que el ajo. Jorge Javier Vázquez debería considerar muy seriamente la posibilidad de ofrecerle a Novell y a su novia sendas sillas en el Sálvame de Luxe, pues no todos los días se cruza uno con un cura rebotado (nadie ha ocupado la plaza del padre Apeles, por cierto) y una novelista erótico-satanista (lo de Arévalo y Malena Gracia no estuvo mal, pero, reconozcámoslo, la cosa tenía poca continuidad y escasas posibilidades cómicas).
El exobispo Novell se ha convertido, quiero creer que de manera involuntaria, en un personaje a medio camino entre la prensa del corazón, la crónica de sucesos y los sainetes de Arniches o Pitarra. Puede que solo aspire a una vida tranquila en lo familiar y en lo laboral y que yo me equivoque al ver en sus decisiones personales los inicios de una nueva carrera en el mundo del espectáculo, pero no puedo evitar pensar en la venta del reportaje de su boda a alguna revista del cuore, al cual podrían suceder otras exclusivas como su descendencia (creo que su novia está embarazada de gemelos), su (Dios no lo quiera) posible divorcio, sus nuevas relaciones sentimentales y demás asuntos que en la España de hoy convierten a cualquier mindundi en una estrella de la televisión.
A partir de ahora, la vida del amigo Novell puede tomar cualquier camino. Si eso es lo que desea, ojalá obtenga una plácida existencia de casa a Semen Cardona y de Semen Cardona a casa. De ese modo, nos iríamos olvidando de él y dejándolo en paz. Pero que sepa que tiene abiertas las puertas del mundo de la farándula si se aburre y que apunta maneras en esa dirección, como demuestran la novia y el trabajo elegidos. En cualquiera de ambos casos, solo cabe felicitarse porque la sociedad se haya librado de un cura intransigente y nacionalista y haya ganado un ciudadano particular con escasa influencia en la comunidad. Lo que haga a partir de ahora solo le afectará a él. Y puede que a Jorge Javier.