IDA ha bloqueado al jefazo del PP central, Casimiro Egea, que a partir de ahora ya no le podrá enviar más whatsapps.
Con motivo, la prensa de derechas dedica a este asunto sesudos análisis, páginas y páginas, y analiza causas y consecuencias. Y es que bloquear a alguien es una medida muy personal y significante. Significa que ya no quieres más diálogo. Ya no quieres oír los argumentos ni sinrazones del otro, ya no quieres que esté en tu campo de visión. Para ti, ése ha dejado de existir.
Claro, esto se siente como una ofensa siempre. Luego no te encuentras por la calle con el tipo al que bloqueaste y corre a tus brazos a decirte: “¡Cuánto tiempo! ¿Qué haces? Vamos a tomar un café. Oye, ya vi que me bloqueaste, hay que ver cómo te pones…”
No.
“Desbloquéame, anda. Que quiero volver a discutir contigo de nuestras chorradas.”
No.
No hay cordialidad posible.
He constatado en las redes sociales que el bloqueo irrita mucho al bloqueado. Entonces lo que hace es asomar la cabeza en otras cuentas, y, venga o no a cuento, menciona a la bloqueadora: “¡Fulanita me ha bloqueado! ¡Y sólo porque le dije que…!” El bloqueado suele considerar que el bloqueador tiene poca correa y poco sentido democrático, puesto que sólo quiere escuchar y hablarse con los de su propia cuerda. Los que le dan la razón. Los que le bailan el agua. En cambio, a los que le cantan las verdades, los bloquea, la muy...
Entre capitanes generales de un partido, el bloqueo es una agresión escandalosa, como en el colegio cuando otro niño te decía “ya no te estoy amigo”, y aquello, uy, cómo picaba.
IDA, antes de presidir la Comunidad de Madrid, llevaba la web del perro Pecas de Esperanza Aguirre, y por consiguiente sabe muy bien las dimensiones y las radiaciones de su gesto. Es poco menos que una declaración de guerra civil en el seno del partido en el que militan ambos, la bloqueadora y el bloqueado.
El bloqueador se constituye en juez y parte, y ese tribunal, de repente, gracias a la mecánica digital, se constituye en inapelable. No es posible apelar, no es posible ya discrepar, no es posible protestar, pues el bloqueado ha sido desposeído del don de la palabra.
Y entonces, como alma en pena, navega por otras cuentas explicando que Fulana le ha bloqueado y que eso demuestra y confirma que ella es una intolerante, etc...
No, olvídate: has sido bloqueado, has sido expulsado del terreno de conversación de Fulana y sus amigos. Te han dado el portazo. ¡Es frustrante! ¡Con la de cosas que tenías por decir!
Sólo te queda rondar por la periferia, herido, dolorido, quejumbroso…, hablando con los vagabundos, diciéndoles: “¡Me ha bloqueado!”
Búscate otra tertulia, pero que sepas que tus quejas y lamentos no le llegan a ella.
En el mundo electrónico, bloquearte es peor que, en la calle, negarse a darte la mano.
Te han condenado a la muerte civil.
Estás bloqueado. ¡Ay de ti!