El primero de noviembre está marcado en rojo en el calendario de todas las familias del mundo católico. Solo los adultos lo sabemos, los niños no lo saben. Para ellos, la muerte no existe. Pero, este año, aparte de nuestras familias, miles españoles han muerto, y se han cumplido 10 años desde que ETA dejó de matar gracias al trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que ha vencido al terrorismo separatista que nos ha amargado durante 50 años a tres generaciones con ese maldito ‘algo habrán hecho’ que se decía en el País Vasco y no solo allí; en Granollers yo lo tuve que escuchar de una vecina que me sulfuró en los años del plomo de los 80.
Algunos antifranquistas celebraban estos asesinatos políticos. Yo, que nunca fui franquista, nunca entendí la violencia. Siempre he sido y seré pacifista porque es una actitud no política, sino ética.
Recuerdo, en 1987, tras el atentado en Hipercor en la Meridiana de Barcelona, que el periodista Jordi Sanuy –que entonces estaba de redactor jefe de Deportes en la extinta Revista del Vallès— me dijo que alguien de Radio Granollers se había alegrado de la tragedia. Le pregunté quién era el malnacido, y yo sabía que era una independentista de mi generación. Me llevaba mal con ella…
Pero hoy no quiero hablar del Día de Difuntos, sino de la primera enseñanza que oí en octubre de 1975 al final de la dictadura. Nos lo contó a los 1.000 de estudiantes de Periodismo de toda España (en ese tiempo solo había dos facultades públicas de Ciencias de la Información de Periodismo, Publicidad y Relaciones Públicas, Madrid y Barcelona) el profesor de redacción periodística, no recuerdo su nombre.
Nos dijo una cosa que nos impresionó, teníamos 18 años, que no teníamos que creer a pies juntillas la información de la prensa, la radio y la televisión porque los tres medios estaban al servicio de los propietarios: la prensa era privada, la única oficial era Arriba, los informativos de la radio eran el parte de Radio Nacional y TVE.
Y una segunda cosa era que en la manera de lo posible habíamos de ser críticos. Yo siempre he hecho caso a mi profesor…