Aún estamos lejos de que se destierren del lenguaje coloquial las palabras relacionadas con la salud mental a modo de insulto. Las actividades de sensibilización de entidades como Obertament y la Federacion Salud Mental, han conseguido en los últimos años un avance en el estilo de los grandes medios de comunicación. Sin embargo aún estamos lejos de que se tome conciencia plena del daño que hace a las personas que padecen algún problema de salud mental y sus familias, hablar en estos términos.
Una de cada cuatro personas, según los estudios, vamos a padecer a lo largo de nuestra vida algún problema de salud mental. Esto quiere decir que todas, absolutamente todas las familias nos vamos a ver afectadas en mayor o menor medida. Y hablo en primera persona, sí, para visibilizar que todos somos participes de esta realidad. Pese a que todos tendremos cerca este sufrimiento, en nuestra sociedad sigue existiendo un estigma muy pesado que hace que muchas personas lo vivan a escondidas, con vergüenza, con miedo al rechazo y a menudo les sea muy difícil pedir ayuda.
Los problemas de salud mental generan un intenso sufrimiento, pero las personas que los padecen no se encuentran así porque hayan hecho algo mal, no son más peligrosas, ni representan una amenaza ni son menos capaces. Tienen capacidades diferentes. En cualquier caso, nada de lo que representan las vivencias en salud mental es en sí mismo peyorativo.
En los últimos 40 años el ámbito de la discapacidad intelectual por fortuna, ha llevado a cabo esta transición, no solo en el uso del lenguaje sino también en el reconocimiento social de sus capacidades diversas. Hoy en día se ha avanzado enormemente en su acceso al trabajo y en el reconocimiento de sus derechos civiles y a nadie se le ocurriría usar los términos que se utilizaban en los 80 para referirse a las personas para las que hoy se reconoce su diversidad funcional. Y mucho menos utilizarlos como insulto.
Sin embargo, en el ámbito de la salud mental, aún se está muy lejos de erradicar por completo del lenguaje las connotaciones ofensivas de las palabras que designan estados mentales y paralelamente de que se garantice el acceso al trabajo, al ocio, a la inclusión social en igualdad de condiciones a las personas con vivencias en salud mental en primera persona y sus familias.
La propia administración pública tiene aún un largo camino a recorrer para facilitar el acceso a los recursos de salud mental públicos, tanto sanitarios como sociales, para todas las personas que lo necesitan. Es muy necesario avanzar en la inversión en salud mental en los presupuestos públicos y en dirigir el modelo hacia la prevención y hacia la atención comunitaria con un enfoque más psicológico y social.
España está muy por debajo de la media europea en profesionales de salud mental. Mientras países como Finlandia, Polonia, Francia y Bélgica tienen más de 20 psiquiatras por 100.000 habitantes, en España no llegamos a 10, y en cuanto a psicólogos, los seis de España están a una distancia abismal de los 49 de Alemania o los 109 de Finlandia por 100.000 habitantes (según los datos del Eurostat). Actualmente el suicidio es la primera causa de muerte en jóvenes y causa el doble de fallecimientos anuales en toda la población que los accidentes de tráfico. Por ello es necesario que la prevención y la atención a la salud mental sean una prioridad en la planificación sanitaria.
Sobre esta falta de profesionales, se han añadido las necesidades de atención a la salud emocional por los estragos que ha causado la pandemia, tanto en la salud física de muchos por las secuelas del covid, la perdida de seres queridos en circunstancias dramáticas, la sobre exigencia a los profesionales esenciales y el impacto de la crisis económica que aún está por venir en toda su magnitud.
Es necesario mejorar la inversión en políticas publicas dirigidas a garantizar el acceso a los recursos sanitarios y sociales, que den un soporte adecuado a las familias, garanticen que las personas con problemas de salud mental sean protagonistas activos en la toma de decisiones de sus tratamientos y luchen contra el estigma más allá del ámbito sanitario.
Mientras tanto, seguiremos trabajando para que el horizonte de la verdadera inclusión de las personas con problemas de salud mental y sus familias sea una realidad.