De todas las curiosidades que últimamente he podido descubrir alrededor de la mujer, la más sorprendente ha sido a través del buceo y consulta de un diccionario jurídico.

Es significativo buscar la palabra mujer entre los innumerables conceptos jurídicos de que se compone un diccionario de la disciplina del Derecho y hallar una extraña remisión a otras palabras. Todo el mundo puede comprobar que no se da una definición o acepción, ni siquiera aproximación, al vocablo mismo de mujer, sino que por remisión se nos traslada a otros conceptos como el de igualdad ante la ley o también el matrimonio.

Es cierto que se hace un poco extraño pensar o entender conceptos por remisión a otros distintos, pero si el ejercicio se practica en las fechas de conmemoración del Día Internacional de la Mujer, me temo que todavía extraña más.

Desde luego, la remisión al concepto mismo de igualdad ante la ley no dejaría en muy buen lugar a muchas mujeres, y hasta a todas en general. Puede ser que haga muchos años que gocen de una igualdad ante la ley sobre el papel, pero también siguen persistiendo los mismos (e incluso, otros) obstáculos que mantienen, desde hace muchos años, importantes desequilibrios en contra de las mujeres. A poco que se estudie, persisten los desajustes en políticas salariales, en promoción vertical, en representación social, política y económica y falta de servicios de atención a las personas dependientes y deficitarias políticas de corresponsabilidad.

En tiempos de pandemia, quizás sea la falta de representación económica de la mujer en las empresas cotizadas y en las patronales la que más debiera obsesionarnos. En cierto modo, porque dicho déficit no responde a la lógica empresarial vigente, cada vez más, en manos femeninas.

Hay países que han podido exhibir músculo femenino a la hora de gestionar la crisis sanitaria y contenerla y combinarla sin sacrificar la economía de sus países. Esa es una buena acreditación de que las mujeres saben gestionar. Cuanto más formadas, mejor lideran el cambio y mejora en las formas de gestión.

A poco que se mire con detenimiento, podríamos sostener que casi todas las mujeres son expertas ya en gestión económica y contable. La prueba se encuentra en la evolución y avance de las familias. Y, por extensión, en la propia extensión de la sensibilización social en políticas de igualdad. Además, en estos quehaceres derecha e izquierda coinciden (nótese que deban excluirse los ultras de lado a lado de cada mano) y ello también es un milagro en tiempos de confrontación política…

En nuestro sistema jurídico la igualdad ante ley se dispuso constitucionalmente en 1978. Recogiendo con carácter fundamental un derecho subjetivo contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es cierto que la igualdad ante la ley, en el caso de hombres y mujeres, ha venido desarrollándose de manera óptima sobre el papel. Pero no ha ocurrido lo mismo en cuanto a resultados. En general, no se ha hecho todo lo que se debía.

Cómo, si no, podemos socialmente admitir que las mujeres sean ya las cabezas de familia. Cómo explicamos que sean las mujeres las que sepan dar estudios a los hijos. Cómo, al fin, podemos sucumbir al hecho de que las mujeres lideren hoy su propia empresa o profesión y, además, sepan hacerlo con una sonrisa.

Se hace preciso en esta fecha señalada que se corrijan (de inmediato) los desequilibrios socialmente acreditables en las políticas públicas de promoción de la mujer. Todavía más, cuando una pretensión legítima pública como la igualdad ante la ley desde un punto de vista material cuesta tanto tiempo en ser alcanzada. Que se haga costoso se aleja de la idea misma de justicia que subyace en la finalidad y provoca que el problema se acabe convirtiendo en un asunto de poder.

El poderoso que no acepta que debe repartir, asignar y distribuir los recursos con mayor esmero y ecuanimidad y el sometido que debe aceptar callado la condescendencia.

No creo que el diccionario jurídico remita al matrimonio a propósito de la búsqueda de la palabra mujer, para eliminar de la ecuación a todas aquellas que no hayan alcanzado el referido estado civil. Creo, más bien, que la remisión dicha exhibe antes la imperiosa necesidad de que en el principio (u origen) de toda sociedad aparece la mujer como condición. Luego, no consideremos otras categorías en esa misma posición. Y, sobre todo, no confundamos la igualdad ante la ley con la igualdad de trato.

Hagamos entre todos que las mujeres en su Día Internacional y todos los días del año sientan y perciban esa posición insustituible que la naturaleza les ha regalado y aplaudamos su más compleja heroicidad: mandar sin ser visto o hacerlo bajo el guante sutil del “sin que se note el efecto”. A estas alturas, todo eso, tiene mucho (muchísimo) mérito.