Hay muchos padres de familia a los que les gustaría que sus vástagos desempeñaran el mismo trabajo que ellos. A veces sucede así, y de ahí esas largas sagas de militares, abogados o dentistas que todos conocemos. Lo que no se había visto hasta ahora es que un sujeto que cumple condena en la cárcel aspirara a que su hijo, de mayor, también fuese presidiario: ese peculiar y discutible deseo lo expresó el otro día en Catalunya Ràdio el hombre del mullet e iluminado número uno del prusés, Jordi Cuixart, argumentando que los buenos catalanes debemos estar dispuestos a enviar a nuestros hijos al talego si así avanzamos en la consecución de la ansiada independencia. Menos mal que los hijos del señor Cuixart son pequeños y no se habrán enterado del futuro que les está preparando papá, porque la cosa es para pedir la emancipación, aunque aún no hayas dejado atrás la fase de hacértelo todo encima. Francamente, si lo mejor que se te ocurre para tu hijo es que acabe en el trullo, hay que alertar de inmediato a los servicios sociales.
Puede que el hombre del mullet tenga suerte y el niño salga a él: a los catorce ya podrá ser todo un maulet, y a los dieciocho, si hace lo que se espera de él, ya puede estar entre rejas, dando lustre y continuidad a los Cuixart, esa gloriosa saga de presidiarios patrióticos. Aunque también puede suceder que al niño no le dé por salvar a la patria oprimida, sino por cualquier otra cosa. Hasta puede salir --¡Dios no lo permita!-- unionista o, por lo menos, indiferente al hecho diferencial y preocupado por otros asuntos. Tome nota el señor Cuixart de lo que le ha pasado a la novelista Almudena Grandes y a su marido, el poeta García Montero, a los que les ha salido una hija falangista (intuyo que tras años de aguantar la tabarra republicana y guerracivilista de sus viejos, al igual que yo salí antifranquista de tanto escuchar los monólogos de admiración al Caudillo de mi progenitor). La vida es así: tú te dedicas a intentar ganar la guerra civil con varias décadas de retraso y la niña se te pone en plan nacional--sindicalista. No descartemos que a Cuixart pueda pasarle algo parecido, por mucho que adoctrine al niño desde la cuna. Lo que es indudable es que nuestro hombre no considera inminente la independencia de Cataluña: si confía en que su hijo vaya al talego por la autodeterminación de la patria, será porque la lucha va para largo. A ver si controlamos ese derrotismo, Jordi…
Jordi Cuixart no es el único iluminado del prusés --el beato Junqueras tampoco está nada mal: no olvidemos que su doctrina, el junquerismo, es amor del bueno--, pero sí el más conspicuo y el que más parece disfrutar del martirologio. Mientras a otros --Forcadell, Bassa, Forn y alguno más-- les da lo mismo el indulto que la amnistía o que la lotería con tal de salir a la calle, Cuixart no acepta ninguna medida que no sea la amnistía y da la impresión de disfrutar todos y cada uno de sus días entre rejas, como si éstos se desarrollaran en Disneylandia (o en la república catalana, que viene a ser lo mismo) y no en la cárcel.
Cada uno es muy dueño de disfrutar de la manera que más le plazca --no me extrañaría que Cuixart soñara consigo mismo crucificado y luciendo corona de espinas--, pero pretender que su descendencia encuentre solaz en los mismos estímulos ya es pasarse un poco de la raya. Disfrute nuestro mártir favorito de su insania patriótica y deje en paz a su hijo, que ya encontrará él solito su camino en la vida. O eso o ahora mismo llamo a los servicios sociales: el que avisa no es traidor.