La campaña electoral de la incertidumbre, con las elecciones fijadas ya por la justicia definitivamente para el 14F, se inició en la medianoche del jueves y cuenta con la participación de los dirigentes independentistas presos, a los que oportunamente la Generalitat volvió a conceder la semilibertad pese a que el Tribunal Supremo revocó el anterior tercer grado hace menos de dos meses.
La participación de los presos en la campaña, difícil de impedir con un nuevo recurso de la fiscalía por cuestión de plazos, es la última novedad de la cita electoral después de la que supuso el cambio de candidato del PSC de Miquel Iceta a Salvador Illa. La irrupción de Illa ha significado una sacudida en la intención de voto, con una considerable subida del PSC, que está en condiciones de disputar la victoria al independentismo.
Las encuestas, sin embargo, no coinciden en el lugar que ocuparía el PSC, ya que algunas –El Periódico de Catalunya y el CIS— le otorgan la victoria mientras que otras lo colocan en tercer lugar, detrás de ERC y Junts per Catalunya, como la de La Vanguardia y la que el viernes hizo pública el Centre d’Estudis de Opinió (CEO) de la Generalitat.
Al margen de los pronósticos concretos, lo que ha acaparado Illa ha sido la atención y las críticas de casi todo el espectro político. Desde que se anunció su candidatura, los partidos de la oposición en Madrid y de gobierno en Barcelona le exigieron que abandonara el Ministerio de Sanidad para no compatibilizar el cargo de ministro y su nueva condición de candidato. Unas críticas trufadas de hipocresía y de doble rasero porque nadie que ejerza cargos públicos y concurra a las elecciones los abandona por ello, sino que comparte la condición de ministro --o conseller-- y candidato.
Finalmente, cuando Illa decidió cesar al frente de Sanidad, el pasado martes, las críticas dieron un giro de 180 grados y se convirtieron en reproches por abandonar de prisa y corriendo el ministerio sin comparecer en el Congreso de los Diputados para hacer un último balance de su gestión. Illa debería haberlo hecho retrasando unos pocos días su dimisión --su sustituta, Carolina Darias, compareció el viernes--, pero eso no salva la incoherencia de quienes primero pedían su dimisión, le reprochaban al mismo tiempo que abandonara el ministerio en plena pandemia y le recriminaban al final que se fuera demasiado rápido.
Illa ha sido objeto de fuertes críticas por parte de la derecha durante toda su gestión en el Ministerio de Sanidad, hasta calificarle como “el peor ministro de Sanidad de Europa”, pero la catarata de ataques verbales y de portadas con verdadera saña se intensificó desde que se anunció su candidatura a las elecciones catalanas. Los tres diarios madrileños de la derecha mediática han lanzado contra Illa toda suerte de descalificaciones llegando hasta el ridículo.
Esta actitud de la derecha política y mediática solo demuestra la ceguera política de quienes no ven más allá de sus narices porque Illa es el único candidato capaz de derrotar al independentismo en Cataluña. Ni el PP ni Ciudadanos tienen ninguna posibilidad. Sin embargo, la derecha opta por castigar al candidato socialista porque un éxito de Illa en Cataluña reforzaría a Pedro Sánchez en la Moncloa. Ése es el único objetivo, aunque sea al precio de desentenderse del futuro de Cataluña, que cambiaría radicalmente si Illa fuera capaz de romper la mayoría independentista. No hace falta, evidentemente, que el PP o Cs apoyen a Illa –eso sería antinatural--, sino simplemente que, en lugar de concentrarse en el PSC, dirigieran sus ataques a los partidos independentistas.
Una victoria de Illa en Cataluña sería también decisiva para el futuro de España porque abriría la posibilidad de encontrar una salida a la situación catalana. Las esperanzas de que la derecha española haga un análisis en esta dirección son, sin embargo, nulas. Solo hay que oír a Pablo Casado decir que el PSC y ERC “son lo mismo” o que “votar al PSC es votar a ERC” para comprender que no ha entendido nada de lo que ocurre en Cataluña.
Para comprobar que no son lo mismo, basta ver el inicio de la campaña electoral o lo que ha tardado ERC en desmarcarse del pacto con el Gobierno votando en contra del decreto sobre los fondos europeos por la única razón de que hay elecciones en 15 días. Gabriel Rufián justificó el voto negativo diciendo que el decreto está hecho para gente como Florentino Pérez y no para los trabajadores. Algo que le va a costar demostrar si tenemos en cuenta que EH Bildu votó a favor.