El asalto al Capitolio de Washington, instigado por Donald Trump, ha provocado una justa indignación en todo el mundo, atónito al presenciar como la gran democracia americana quedaba convertida en la imagen lamentable de una República bananera. Una comparación que utilizó el mismísimo expresidente George Bush, posiblemente el último líder republicano escorado más a la derecha hasta que ha sido superado con creces por Trump, protagonista de una presidencia inenarrable que ha roto todas las negras previsiones que se pudieron hacer cuando fue elegido por sorpresa en 2016.
El último desbordamiento ha sido el asalto al Capitolio, alentado por el presidente en un mitin, pocas horas antes de que se iniciara y que es el esperpéntico colofón a cuatro años de barbaridades, mentiras, excentricidades, extravagancias y actuaciones caóticas. La presidencia de Trump termina en medio del estupor y de la vergüenza ajena universal, con una desbandada de quienes todavía aguantaban a su lado, desposeído de su arma favorita, Twitter, y con un clamor que exige su destitución inmediata.
Los acontecimientos de Washington han tenido en vilo a todo el mundo, que ha reaccionado con condenas unánimes y con llamamientos a la recuperación de la democracia y de la normalidad con la próxima toma de posesión del presidente electo, Joe Biden. España no ha sido ajena a esta reacción, pero aquí los políticos no han podido resistirse a utilizar los hechos de Estados Unidos para atacar a los respectivos adversarios con las miserias cotidianas de la política interior. En España, todo se convierte en política interior, fruto de una polarización política que tiene poco que envidiar a la que existe en Estados Unidos.
Para hacer comparaciones odiosas, nuestros políticos no han dudado en recurrir a las exageraciones, a las mentiras y a las fake news, tan propias del trumpismo. Las primeras reacciones, sin embargo, fueron sosegadas y referidas a los acontecimientos de Washington. Pedro Sánchez expresó su preocupación y mostró su confianza en la “fortaleza de la democracia de EEUU”; Pablo Casado calificó el asalto de “inaceptable” y recordó que la “democracia se basa en la representación parlamentaria que no puede ser coaccionada”; Inés Arrimadas expresó su preocupación y advirtió de “cuánto daño hace y qué peligroso es el populismo”, y Pablo Iglesias achacó los sucesos de la capital norteamericana al “modus operandi de la extrema derecha”, que usa “la mentira descarada como arma política y el intento de subversión de los mecanismos institucionales cuando no le son favorables”.
Iglesias ya hacía una alusión a “su violencia y sus mentiras [de la extrema derecha] allí y aquí”, pero los rifirrafes partidistas aún estaban por llegar. Armados todos con sus tuits, pronto empezaron a disparar. Teodoro García Egea, número dos del PP, comparó al asalto al Capitolio con las manifestaciones ante el Congreso en 2016 durante la investidura de Mariano Rajoy y frente al Parlamento andaluz en la investidura de Juan Manuel Moreno: “Los que rodeaban el Congreso en 2016 y lanzaban piedras a diputados y los que se manifestaron ante el Parlamento andaluz en 2019 contra la alternancia política” son “los radicales que hoy gobiernan”, escribió. Casado también aludió veladamente a Vox por no condenar los ataques y cuestionó que “haya otros partidos que critican este asalto pero que lo justificaban cuando en Cataluña se intentó asaltar el Parlament en dos ocasiones”.
Albert Rivera, que asegura estar retirado de la política pero cada vez está más cerca del PP, también se apuntó a la tesis de que “lo que está haciendo Trump es lo que ya hizo Podemos en el Congreso en 2016 y el PSOE en el Parlamento andaluz en 2019”. Su sucesora, Inés Arrimadas, tras su moderación inicial, aventuró que los que se manifestaron ante el Parlament en 2018 hubieran hecho lo mismo que en el Capitolio si los Mossos no lo hubiesen impedido, mientras que Carlos Carrizosa recordó que el intento de asalto en la Ciutadella estuvo precedido del “apreteu, apreteu” de Quim Torra. Aunque el suceso más parecido sea el del Parlament, ni el intento de entrar en el edificio del parque de la Ciutadella ni las manifestaciones ante el Congreso o el Parlamento andaluz pueden compararse en absoluto a lo ocurrido en el Capitolio, donde ha habido cinco muertos, entre ellos un policía, y considerables destrozos.
En Podemos, el más beligerante, como suele ser habitual, ha sido Pablo Echenique, quien señaló directamente a Vox por su relación con Trump, e hizo una alusión al procés al afirmar que “lo de hoy de Trump es mucho más sedición que lo que juzgó el Supremo aquí, en casa”. En el otro extremo del espectro político, Santiago Abascal (Vox) ha aprovechado los sucesos para afirmar que los que gobiernan la “Generalidad” son “los que asaltaron el Parlamento catalán” y para sorprenderse de que “a la izquierda progre le parezca tan mal el asalto al Capitolio” porque “aquí tenemos un vicepresidente que llamaba a asaltar el Congreso”. El líder de Vox arremetió contra “comunistas y socialistas” porque les moleste que “en otros países las izquierdas hayan perdido el monopolio de la violencia”, una manera de justificar los disturbios de Washington.
Las reacciones de muchos políticos españoles, llenas de ventajismos, mentiras y exageraciones, demuestran que la semilla dañina de Trump también ha germinado aquí.