En Barcelona luce un sol con tiempo helado que esconde el cambio climático confirmado por los científicos. Este será el primer desafío de la Tierra una vez se haya superado la actual pandemia de coronavirus. La gripe de 1918 y 1919 mató a 40 millones de personas en el mundo y a buena parte de jóvenes nacidos en el último año de la Gran Guerra, como se dijo entonces.
No me gusta el gobierno de España ni tampoco su oposición. En Cataluña, el derrumbe económico es aún mayor, no por el gobierno separatista, que colabora involuntariamente en este caos general. También temo la demagogia que impera en todo el mundo desarrollado. No es un problema sólo nacional, sino mundial: Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y EEUU aún están peor que nosotros. El único efecto positivo en la actualidad es la muerte política de Donald Trump, que aún da coces políticas en vísperas de su salida de la Casa Blanca. Hace meses que los yihadistas están quietos, pero el demonio no está muerto y siempre trama una desgracia.
Volvamos a España: hoy no podemos envidiar a nadie, salvo el poder económico de los países vecinos. Lo malo de nuestra nación es el fuego discrecional entre el Gobierno central y las comunidades autónomas de Madrid y Cataluña, haciendo bueno el dicho de que los extremos se juntan. Aunque eso no hace buena la gestión de Pedro y Pablo, que se acuchillan en cada farola sin disimulo porque uno quiere robar los votos del otro.
Duele la política nacional porque nadie respeta ni a los muertos, sino al revés. La estrategia de la izquierda es una copia de la derecha (PP y Vox). No echo en falta a Mariano Rajoy. No me gusta Pablo Casado, prefiero al presidente gallego, por algo ha ganado con mayoría absoluta. Me gusta más Inés Arrimadas, pero me temo, ojalá no, que su partido es un barco a la deriva por culpa de su actual sucesor en Cataluña, Carlos Carrizosa .
En España, el Gobierno dice que a final del verano el 70% de los españoles estaremos vacunados. Para que eso sea así, millones de ciudadanos tendrán que estar inmunizados para entonces. Yo no tengo miedo, pero las comunidades autónomas deben subirse al AVE y no a este tren de segunda división...