Sus majestades los Reyes Magos de Oriente llegan a España para repartir los obsequios navideños. En la presente ocasión no proceden de lejanas tierras del este, sino de Bruselas. Me refiero a las subvenciones de la UE que van a volcarse sobre la península ibérica, a imagen y semejanza del maná bíblico que el pueblo judío recibió en el Sinaí hace más de tres milenios.
El caso es que van a arribar en los próximos años a nuestros lares unas ayudas por valor de nada menos que 140.000 millones. La mitad de esa cantidad gigantesca responde al concepto de transferencias directas. Ello significa, en román paladino, que jamás habrá de devolverse. Un auténtico festival de chollos caídos del cielo continental.
Pedro Sánchez ya ha anunciado la distribución de la primera remesa, por importe de 10.000 millones. El presidente ha tenido la bondad de adjudicarla a las regiones. Las tres principales comunidades receptoras de los auxilios son Andalucía, Cataluña y Madrid, con 1.881, 1.706 y 1.284 millones respectivamente.
La UE ha fijado una serie de criterios sobre el uso de sus caudales. Uno de los más relevantes reside en prohibir su empleo para cualquier tipo de gastos ordinarios. Es decir, se tiene que aplicar de forma inexcusable a proyectos enderezados a robustecer la economía, imprimirle el máximo dinamismo y estimular su competitividad.
En particular, el alto mando de la UE propugna que se invierta en digitalización y en energías renovables, dos campos que hoy están en boga.
Asimismo requiere que, para controlar el destino de las enormes sumas en juego, los Estados designen unos organismos independientes de nuevo cuño, integrados por acreditadas personalidades del ámbito privado, empresarios prestigiosos o próceres del mundo de la economía, la universidad y la ciencia.
Sin embargo, hete aquí que Pedro Sánchez ha decidido saltarse a la torera semejantes indicaciones. Es fama y razón el elevadísimo concepto que el caballero tiene de sí mismo. Piensa, sin duda, que nadie mejor que él para administrar de forma discrecional y arbitraria el dinero europeo.
O sea, que la montaña de fajos de billetes la va a gestionar Sánchez en persona, al alimón con su amado adlátere Pablo Iglesias, en una flamante versión del “yo me lo guiso, yo me lo como”.
Ante España se presenta la oportunidad sin igual de consagrar una masa ingente de recursos “gratis total” al logro de progresos nacionales perdurables y a la creación de puestos de trabajo de calidad.
Pero no nos engañemos. El PSOE que gobierna es el partido de siempre. El de Filesa y Malesa. Del saqueo de las arcas del erario hasta extremos inauditos. Del cobro de comisiones astronómicas a Siemens y Alstom en Suiza por el AVE Madrid-Sevilla. Del robo a mansalva de casi mil millones de los eres andaluces. De los cientos de millones defraudados en falsos cursos de formación. Y el de tantos otros escándalos de rapiña sin cuento.
El partido socialista marcha de la mano de los bolivarianos de Podemos en el jolgorio financiero sin precedentes que se avecina. Mucho es de temer que el premio pecuniario que está a punto de aterrizar por estos meridianos acabe dilapidado en una orgía de despilfarros y mangoneos sin fin, como los acaecidos bajo los regímenes de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero.
El cúmulo de siniestros precedentes que luce el PSOE no invita al optimismo. Por el contrario, constituye un atronador aldabonazo sobre el peligro de malversación masiva de fondos públicos que ya se atisba en el horizonte.