Margarita Sánchez terminó la carrera de Arqueología en la Universidad de Barcelona hace dos años y actualmente está en busca de trabajo. Sabe que son tiempos difíciles, especialmente para ser contratada en una excavación o proyecto de investigación a largo plazo (“hay pocos y dependen de dinero público”), así que ha centrado su búsqueda en la llamada “arqueología de empresa”. Se trata de empresas que envían equipos de arqueólogos a una obra de construcción cuando se encuentran ruinas arqueológicas debajo, tal y como dicta la ley.

“El problema es que, por ser mujer, tengo muchas menos posibilidades de que me contraten. Como se trata de un trabajo duro --hay que excavar y catalogar rápido, estar al aire libre-- piensan que es un trabajo más adecuado para hombres. Algunas empresas te dicen directamente que ni envíes el currículum”, explica Sánchez por teléfono.

Modernización

El trabajo de arqueólogo se profesionalizó en el siglo XIX, coincidiendo con el surgimiento del Estado moderno y la necesidad de los gobiernos de dar importancia a la Historia para sentar las bases del estado-nación. Desde entonces ha sido tradicionalmente una carrera de hombres. La situación ha mejorado notablemente en las aulas universitarias, donde el porcentaje de hombres y mujeres se ha igualado. 

“Hoy en día, la mayoría de los arqueólogos que se conocen públicamente o que están al frente de los proyectos más importantes son hombres”, destaca Natasa Sarkic, licenciada en Arqueología y doctora en Antropología por la Universidad Autónoma de Madrid. 

Natasa Sarkic, licenciada en Arqueología y doctora en Antropología / RESEARCH GATE

La opción de viajar al extranjero

En lo que se refiere a las excavaciones en obras de construcción, Sarkic destaca que muchos empresarios tratan de ahorrar dinero y no contratar obreros, “esperando que los estudiantes realicen este tipo de trabajo duro. Por lo tanto, a menudo prefieren estudiantes varones”. Desafortunadamente, añade la arqueóloga serbia, actualmente profesora en la universidad de Belgrado, “todavía existe la opinión de que la arqueología es un trabajo duro y sucio que no es para chicas”.

Eso explicaría, según Sarkic, por qué al terminar los estudios hay menos mujeres que se dedican al trabajo de campo. “Una de las razones principales es que se trata de un trabajo físicamente muy exigente, las condiciones de vida pueden ser muy precarias y requiere una larga ausencia de casa. Además, muchos arqueólogos/as no tienen contratos fijos, solo se les paga por los días que están en una excavación”, opina la investigadora.

Choque con la maternidad

“Esta forma de vida es muy difícil de encajar, por ejemplo, con la maternidad, por lo que la mayoría de las mujeres optan por conseguir un trabajo en una universidad, laboratorio, museo o, simplemente, abandonan su vocación”, añade.

Margarita Sánchez no ha perdido la esperanza de encontrar trabajo en una excavación de obra cerca de Barcelona y seguirá enviando currículums. La idea de acceder a un puesto en la universidad le parece mucho más difícil, teniendo en cuenta que la gran mayoría de sus profesores en la UB fueron hombres y apenas hay cátedras ocupadas por mujeres. Otra opción sería marcharse al extranjero. “Tengo amigos que al terminar el doctorado se marcharon a Reino Unido, allí parece que hay más oportunidades de encontrar trabajo”, agrega Sánchez.

Arqueólogas españolas

Entre los escasos referentes femeninos en el mundo de la arqueología en España destaca la investigadora de ICREA y profesora de la UB Margarita Diaz-Andreu, quien precisamente ha dedicado gran parte de su carrera a investigar las diferencias de género en su profesión a lo largo de la historia.

“La situación es mucho mejor que cuarenta años atrás, pero aun así, siempre aconsejo a mis alumnas que tienen que ser el doble de buenas para que los demás vean lo que se pierden, especialmente a la hora de encontrar un trabajo'”, insistió Diaz-Andreu en una conferencia celebrada en el Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC) en 2018. Dos años después, Díaz-Andreu ha lanzado el proyecto ArqueólogAs, un proyecto de investigación de la UB participado por diecisiete especialistas de todo el país con el fin de recuperar la memoria de las arqueólogas españolas más relevantes de los últimos dos siglos.

Una excavación arqueológica / UAB

Rescatar del olvido

Entre ellas figuran nombres como Filipa Niña, Joaquima Eguarán o Glòria Trias  (Barcelona, 1925), una de las mujeres más destacadas de la arqueología catalana. Licenciada en Filosofía y Letras, Trias se especializó en cerámica griega y desarrolló su carrera de la mano del catedrático de la UB Martin Almagro, que en los años 50 fue también fue director del MAC y de las excavaciones en Empúries.

“Trias era una mujer llena de energía, que si entonces hubiera estado bien dirigida, podría haber llegado lejos”, comentó Diaz-Andreu en la conferencia celebrada en el MAC. Sin embargo, su nombre quedó ensombrecido al lado del de su maestro o el de su marido, el también arqueólogo Antonio Arribas, por culpa de la discriminación sufrida. “No tanto una discriminación por lo que te están haciendo, sino por lo que no te están haciendo: por las oportunidades, el apoyo o los ánimos que no te están dando para que asistas a excavaciones, a seminarios… “, puntualizó la impulsora del proyecto ArqueólogAs. “Rescatar a todas estas mujeres del olvido es importante para reescribir la historia de la arqueología, dotando a la narración de una diversidad de género de la que ahora carece”, escribe ella misma en una columna publicada recientemente en Cambio16. “Se trata de una cuestión de justicia histórica”, apostilla.