Hace un par de semanas mi tía Elena me escribió un WhatsApp para contarme que, entre las cosas raras almacenadas en casa de su madre, había encontrado un libro que me gustaría: Medicina Indígena. Cacha-Chimborazo, pude leer en la foto de la portada que me enviaba. Parecía un libro viejo y bastante usado. “Hay consejos tan surrealistas que igual lo quieres hojear”, me dijo Elena, mandándome luego la foto de la página del libro correspondiente al remedio ancestral de los Cacha (un pueblo quechua originario de Ecuador) para tener más leche en los pechos, en el caso de estar amamantando a un bebé (mi caso): “Si la mamá tiene poca leche se prepara arroz de cebada con huagra singa y bastante col verde. Puede ayudar hacer masajes en el chuchu con hojas de pindiu”. El remedio venía acompañado de una bonita ilustración de una campesina indígena con un bebé enganchado a su teta.
Elena me dijo que no tenía ni idea de por qué su madre guardaría en su casa un libro de medicina indígena publicado hace treinta años. Pero si algo sabemos todos en nuestro pueblo es que Quirina sabía cómo mantenerse en forma. Cada día del año, Quirina (nació en un pueblo de Burgos donde la tradición era poner el nombre del santo del día en que nacías, en su caso San Quirino), iba y volvía andando desde su casa, en Mataró, hasta casa de mis tíos, en Cabrera de Mar (unos doce kilómetros en total), donde les echaba una mano con el huerto. Más de uno decía medio en broma que Quirina se moriría andando. Consiguió vivir hasta los 94 años, no está nada mal. ¿Llegaría a aplicarse algún remedio indígena para mantenerse tan sana? El remedio para curar la gripe, por ejemplo, no parece muy complicado: “mezclar chicha con trago puro, limón, bicarbonato y sal, y tomar un vaso doble”, leo en el manoseado librito, que viene acompañado de un breve diccionario quechua-español: “chicha”: bebida especial fermentada propia del indígena, preparada de cebada o maíz. “Trago”: bebida alcohólica fuerte extraída de la caña.
La pócima para tener más leche en los pechos es otra historia: necesito hacerme con “huagra singa” (nariz o jeta de la vaca), y “pindiu”, una planta común nativa de Ecuador, y luego darme unos masajes en el “chuchu”, palabra que no encuentro en el diccionario del libro, aunque intuyo lo que querrá decir. La busco en un diccionario quechua en Internet y confirmo mi intuición: “chuchu” significa tetas. Me encanta.
Con más de ocho millones de hablantes, el quechua sigue siendo una lengua viva en siete países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. Sin embargo, a lo largo de la historia se ha minimizado su riqueza y ha sido relegado en los ámbitos universitarios y académicos al considerarlo “un idioma ágrafo, o incluso folclórico”, pude leer en un artículo publicado en octubre del año pasado en la web de Naciones Unidas. El artículo coincidía con una noticia esperanzadora: una estudiante de Cusco (Perú) llamada Roxana Quispe Collantes acababa de publicar la primera tesis doctoral de la historia en quechua. “Mi sueño era que la lengua originaria quechua entrara en la academia, en las investigaciones científicas, porque es mi identidad y se puede demostrar que no es menos que otras lenguas. Ninguna lengua es menos que otra, todas son importantísimas”, afirmaba la estudiante cusqueña.
En Estados Unidos han surgido en los últimos años diversas iniciativas para dar mayor visibilidad al legado cultural de ocho millones de personas en América del Sur y reforzar la identidad de sus descendientes emigrados al Norte. Es el caso del profesor de origen peruano Américo Mendoza-Mori, responsable del Programa de Lengua Quechua y Cultura Andina de la universidad de Pensilvania, UPenn, en Filadelfia, Más allá de dar clases de español y quechua, Mendoza-Mori pretende acabar con los mitos sobre los imaginarios indígenas y con el estigma de que el quechua es un idioma de segunda. “En Perú, el quechua ha sido un motivo de discriminación, debido a su falta de prestigio social. Nunca pensé demasiado en este aspecto de mi identidad, a pesar de que siempre estuvo ahí, incluso dejando huella en mi español hablado”, dijo Mendoza-Mori en una entrevista con Al Dia News en octubre de 2019. Mendoza-Mori fue el principal asesor de lengua y cultura quechua de la película Dora y la ciudad perdida, protagonizado por el dibujo animado Dora la Exploradora. El filme cuenta la historia de una joven criada en la selva peruana que se marcha a Estados Unidos para ir a la escuela junto a su primo Diego, pero deberá regresar a la jungla para salvar a sus padres. Según The New York Times, la identidad panlatina y bilingüe de Dora se creó originalmente a finales de la década de los noventa con la ayuda de consultores a fin de empoderar a los niños de ascendencia latina en Estados Unidos.