Inés Arrimadas ha puesto sus condiciones para dar apoyo a los presupuestos. Mejor dicho, ha desempolvado dos viejos debates que han sido bandera de Ciudadanos en los últimos años. La lengua y el referéndum de autodeterminación. Tras la declaración de la líder naranja se agitaron los números para alcanzar un acuerdo y más tras conocer que Bildu dará su apoyo. La acción se interpretó relacionada con los Presupuestos Generales del Estado, pero hay una segunda lectura. Arrimadas piensa en las elecciones catalanas. Necesita salvar los muebles. Las últimas elecciones resultaron catastróficas. Generales, gallegas y vascas pusieron a Ciudadanos al borde de la irrelevancia. Arrimadas arriesgó y cambio el guion, en busca de un protagonismo que la situara bajo el mantra de “partido decisivo”. Se acercó a Sánchez lo que ha provocado una sangría en los naranjas. Y la próxima cita, son las elecciones catalanas donde las encuestas no auguran un buen resultado a un partido dividido y con un líder, Carlos Carrizosa, cuestionado.
Ante este escenario, Inés Arrimadas ha puesto estas dos condiciones al presidente del Gobierno, aunque se pueden resumir en una: o ERC o Ciudadanos. El referéndum de autodeterminación es una cortina de humo. De sobras sabe Arrimadas que el PSOE no se sumará nunca a esta opción. Lo mollar es la lengua. Lo mollar es poner el debate lingüístico encima de la mesa. No es una cuestión baladí. Es un debate que existe en la sociedad catalana, con un cierto punto de tabú, tengo que reconocer, lo que puede situar el debate electoral en un estadio que a Ciudadanos le conviene. Pero también le conviene pensando en España, porque este debate es bien recibido por amplias capas de la población española.
Tampoco es baladí, que Arrimadas hiciera públicas sus condiciones el día después de que se conociera que Pablo Casado fichó a Albert Rivera para presentar el recurso al Constitucional de la Ley de Alquileres catalana, donde el protagonismo en el debate lo tiene el PP porque Alejandro Fernández se lo birló a Ciudadanos en el mismo debate parlamentario. Ahora, para colmo, Rivera aparecerá en las fotos muy cerca, demasiado para Arrimadas, de Pablo Casado y el PP. Un partido que, por cierto, también ha fichado a José Manuel Villegas para la Fundación Propósito. Tampoco parece una buena noticia para la dirección de Ciudadanos.
Ante esto, agitemos al idioma. Un debate que agita pasiones y opiniones. No creo que el idioma sea el problema. Lo es para los fieles del colectivo Koiné que quieren al catalán como única lengua. Lo es también para los que consideran al catalán como una lengua de segunda. No más que una nota de color, porque asimilan al catalán al nacionalismo o al independentismo. Craso error.
La lengua es de todos y el debate político de Cataluña poco tiene que ver con la lengua. El problema no es de la inmersión lingüística, un sistema que ha evitado que crecieran dos comunidades lingüísticas con un nivel más que aceptable en castellano donde los datos equiparan la nota de los chavales catalanes y castellano-leoneses. Además, la ley de educación catalana equilibra las enseñanzas del idioma en atención a las zonas. Más catalán en las castellano hablantes y más castellano en las catalanoparlantes. ¿Es mejorable la inmersión? Sin duda, y debe adaptarse todavía más a las necesidades de las nuevas generaciones. La convivencia se sustenta en el respeto a las lenguas.
Otra cosa, muy distinta, es que el idioma sea el vehículo para adoctrinar a los jóvenes, y a los niños. Se trata de formar a las nuevas generaciones, no de formatear sus mentes. Ni el catalán es de los independentistas, ni el castellano es la lengua de los opresores que llegaron a Cataluña para diluir y destruir el catalán, como reza el argumentario de los más intransigentes. Como les decía, las lenguas son de todos, y el catañol, la mezcla natural de los dos idiomas no pone ni en cuestión al catalán ni al castellano, los enriquece. Porque guste o no guste a los radicales, es la riqueza del bilingüismo en el que vivimos. Hablar dos lenguas no es un problema. No nos puede cegar la miopía de los que las utilizan como arma arrojadiza como si el conflicto político que se vive en nuestro país fuera de carácter étnico. Lo que pasa es que agitar este espantajo moviliza más allá del Ebro.
Tenemos dos lenguas, pero estamos lejos de ser trilingües. El inglés es la asignatura pendiente. Llevamos demasiado tiempo suspendiéndola. Los chavales aprenden inglés, pero no estudian en inglés, porque hay profesores de inglés, pero no hay profesores que enseñen en inglés. Este es el debate al que deberíamos dedicar tiempo y recursos. Pero ¡dónde va a parar!, tiene mejores réditos agitar el espantajo del idioma, que recogerán grupos en los dos bandos para tirárselo al contrario a la cabeza. Lo que hace falta es que en las próximas elecciones los que, sean independentistas o constitucionalistas, blinden la inmersión, se abran a mejorarla y achiquen espacios a los intolerantes lingüísticos y a los que tapan sus propias vergüenzas disfrazadas de intereses electorales, agitando un debate falso, que solo sirve para agitar los más bajos instintos. A una sociedad dividida le hace falta sosiego para retomar impulso, y más ahora con la crisis que hay y que tardará en marchar. Agitar la lengua, afirmando que el castellano está en peligro en Cataluña es como echar gasolina para apagar el fuego. Mala solución.