El nombramiento, y reconocimiento internacional, de Juan Guaidó como Presidente encargado de Venezuela nos sorprendió: un país con dos presidentes. Es verdad que en nuestra autonomía Matrix hay quien dice que tenemos un President legítimo, otro vicario-efectivo, ahora inhabilitado, y por eso también un Vicepresident en funciones de President. Quien sabe si quien sea elegido el 14-F llevará un nuevo adjetivo o si por fin le dejarán sentarse en el despacho del President, pero ya sabemos que lo nuestro hace tiempo que ha dejado de regirse por la racionalidad. Pero lo que ha pasado en Estados Unidos en relación a la elección de su Presidente supera, y todavía puede ir a más, todo lo imaginable dejando en evidencia la fragilidad de un sistema electoral diseñado hace casi 200 años y que ha quedado más que superado por un candidato que carece del más mínimo sentido institucional y de estado.
Mientras que en España nos ponemos nerviosos cuando no sabemos quién ha ganado las elecciones a las dos o tres horas de cerrar los colegios electorales, en Estados Unidos, cuna de los principales monstruos tecnológicos globales, se toman el recuento con calma y paciencia, tardando varios estados bastantes días en tener unos resultados provisionales que hasta el 8 de diciembre no serán definitivos. Es verdad que normalmente el día de elección del Presidente se aprovecha en muchos estados para realizar elecciones y referenda de todo tipo y condición, pero no deja de sorprender la diferencia en velocidad en el recuento, por no hablar de las variopintas normas con las que se rige cada estado. Además, separando la papeleta de la elección del presidente de otra que recogiese el resto de votaciones todo sería más sencillo. Parece que en gestión de elecciones podemos darles lecciones a los americanos, claro que no creo que se dejen.
De aquí al 8 de diciembre veremos recursos legales y todo tipo de triquiñuelas de Trump para llegar al primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, que este año es el 14 de diciembre, con mayoría o por lo menos con una mínima diferencia porque, oh sorpresa, los electores de este colegio electoral no están obligados, salvo en algunos estados, a votar lo que se supone que representan por lo que podría darse el caso que los votantes elijan a un presidente y el colegio electoral a otro. Y para ello no hace falta un tamayazo, aunque en este escenario y con este Presidente no es ni mucho menos descartable.
Es impresionante tanto la irresponsabilidad de un candidato que anima a sus seguidores más exaltados a movilizarse en un país con más armas que ciudadanos como el vetusto y frágil mecanismo electoral que permite todo tipo de triquiñuelas legales. No deja de ser curioso que son los medios de comunicación los que han proclamado al presidente electo ante la inexistencia de una Junta Electoral Central y el silencio de los estados hasta el 8 de diciembre. Si entonces la distancia entre los candidatos es menor que la actual, todo es posible, incluido el cambio de opinión de los miembros del colegio electoral. Parece increíble, pero es mucho más fiable la elección de un alcalde de un pueblo de 500 habitantes en cualquier rincón de España que la del Presidente de los Estados Unidos de América.
Todo este ruido dificulta la necesaria transición de quienes están al frente del país más poderoso del planeta. Tradicionalmente los equipos de transición trabajan desde el primer día para que la maquinaria del Estado no se pare. Trump, por el contrario, se está dedicando a despedir a quienes han antepuesto el interés del Estado frente al suyo propio. Ya se ha cargado al secretario de defensa y hay quienes creen que hará lo mismo con los directores del FBI y la CIA, una pataleta inútil que solo hará daño a la reputación de su país. Pero en este mundo tan superficial hasta puede que le de más votos si él o su hija se presentan dentro de cuatro años. De momento la resistencia de Trump es más fake que real, vamos, como la desobedencia de nuestros próceres autonómicos. Esperemos que no vaya a más.
Pero no todo es miseria en las elecciones americanas. Es admirable la reacción de los medios ante la manipulación de Trump, cortando sus ruedas de prensa y censurando sus mensajes en redes por estar llenos de mentiras. Eso sí que es impensable en España donde los medios son regados con dinero público y tragan carros y carretas por aquello de la subvención. Y a partir de ahora, además, será el propio gobierno a través de su Ministerio de la Verdad el que decidirá lo que es cierto y lo que no lo. Sin independencia económica de los medios no es posible que haya libertad de prensa real