Si a un proyecto político le añades a Xavier Vendrell, él solito se encarga de ponerle el toque de testosterona, el por-mis-huevos. Y este señor fue consejero de Gobernación por ERC en el Tripartito catalán. ¿Quién puso a semejante cabestro al frente del departamento? ¿Carod-Rovira? ¿En qué pensaban los del PSC, que siempre están en babia? La causa soberanista es un coladero que recoge lo bo i millor de cada casa. El nacional-populismo de JxCat y ERC es un proyecto hecho a la medida de Vendrell, el hombre-hombre, la estética del guerracivilismo viril y cazurro. Ahora le tocan aquello porque esperaba más de sus amigos para desatascar el pufo de Villa Bugatti, propiedad de su socio Patricio Chadwick, 48.000 metros cuadrados frente al mar para bodas, bautizos y comuniones. Pas mal. Un intento de recalificación urbanística en Cabrera de Mar, en la que él contaba con la ayuda de los consejeros de la Generalitat, Alba Vergés, Bargalló y El Homrani: “Que me desencallen las subvenciones y tal y tal. A mí, que lo he dado todo por Catuña, y tal y tal.. que no me los toquen y tal..”, en fin, el estilo Gil y Gil, aquel alcalde marbellí de cemento aluminoso, que presidió el añejo Atlético de Aviación.
Las cintas del caso Voloh, que investiga el supuesto desvío de fondos públicos, no tienen desperdicio. Nos hablan de la venalidad nacionalista y de su entraña votiva al anteponer lo más sagrado para convertirlo en negocio a partir del cual financian la causa internacional del ex procés y engrosan sus cuentas personales. Vendrell es el ejemplo de quien parte y reparte y si no le das lo que dice ser suyo, te manda “a los colombianos”; literal desfachatez. Qué tendrá que ver el bello país latino con las burradas de un atrabiliario hombre de negocios sin ética, acostumbrado a la ventaja que le ofrece el pretexto de alimentar los enjuagues de Puigdemont en las Europas. A Vendrell se le relaciona además con la sociedad panameña Inversiones IT, en la que han participado Chadwick y el abogado barcelonés Juan Ignacio Brugueras.
A estas alturas todos conocemos el pinchazo de la Guardia Civil al teléfono de David Madí, en el marco de la misma Voloh, que instruye el juez Joaquín Aguirre, y que interceptó una significativa llamada del exdirigente de CDC a Pilar Rahola. Es un ejemplo del tráfico de favores y amenazas de Madí, “nuestro hombre en la sombra”, que cada día se parece más al personaje de Graham Green, el general habanero, Veleriano Weyler, gobernador de la Cuba colonial. En esta ocasión, la conversación refleja la presión de JxCat sobre el director de TV3, Vicent Sanchis: “Si ganamos las próximas elecciones habrá un antes y un después”, dice Madí. Un capítulo más de la guerra entre Puigdemont y ERC.
El parentesco entre el soberanismo catalán de soca rel y Donald Trump es realmente llamativo. Filadelfia, capital de la independencia americana, fue señalada un día por Artur Mas como símbolo de la libertad nacional americana y ejemplo para la causa catalana; y hay que decir que era un discurso menos feo de lo habitual, aunque igual de falso. Al final, la capital de Pensilvania, junto a la bahía de Delaware, se ha convertido en la tumba electoral de Trump, el ogro feo. Y el caso es que el primer día del fin del populismo mundial ha golpeado, me consta, en las filas indepes, repletas de facherío enmascarado. El soberanismo y Trump son la misma causa contra la institucionalidad. Trump ha dirigido su ira contra la democracia de Tocqueville y Jefferson y el soberanismo catalán lo ha hecho contra la Constitución del 78, que garantiza nuestra actual convivencia. Los de aquí mienten como bellacos; y cuentan con Vendrell, un Humphrey sin la hombría de Bogart; la última versión del político-negocio; el duro de la 'camorra indepe'.
Dentro de un milenio, Gaudí seguirá siendo nuestro símbolo; y su mecenas, Eusebio Güell, estará en el libro de honor de la Revolución Industrial. En cambio, la crónica amañada de un golpe contra el Estado de Derecho habrá quedado en el olvido. Y esto lo digo por Madí, el nieto de Cendrós (fundador de Òmnium, junto a Carulla y otros), que cree liderar la burguesía catalana del siglo XXI, mientras su antepasado se agita en el mausoleo familiar, al comprobar la mendacidad intelectual del muchacho,
En Washington, el ogro ultra no sabe perder porque le espera la cárcel cuando haya desaparecido el escudo de la Casa Blanca. Me alegro por la vicepresidenta de Biden, Kamala Harris, “mi dama de corazones”. Y atención: el populismo no ha ganado, pero ha rozado la mayoría, como ocurrió en Cataluña el año de la DUI. Todos nos lo tenemos que hacer mirar. El escepticismo total no es posible; en política electoral, la impresión vale más que la certeza.
Vendrell ya demostró su capacidad de agitador en las actuaciones de Tsunami Democràtic después de la sentencia del 1-O. Él da instrucciones en los momentos de acción callejera; reproduce el catálogo de la misma policía catalana, pero al revés. Claro, se conoce a los Mossos de arriba abajo: asegura que le “salvó el culo al conseller Buch”, cuando fue a dejarle las cosas claras, acompañado de Madí. Jugar a mandar sin mando en plaza es muy triste. Las escuchas apuntan a que Torra dejó en manos de Vendrell la gestión de la crisis sanitaria en las residencias de mayores. ¡Atómico!
En los humedales del Maresme o de Sant Joan Despí, por los que se pasea Vendrell, el Estado no cuenta; solo es un lejano enemigo a batir. Resulta chocante de los indepes su desconocimiento de la naturaleza del poder, que ellos quieren encarnar. No saben todavía que Leviatán duerme despierto.