Cuando los independentistas hablan de la pandemia insisten en decir, y tienen razón, que en España las cosas se están haciendo muy mal, “es el país del mundo que peor ha gestionado la crisis sanitaria”, sentencian. Pero parece que esa critica no vaya con ellos cuando su labor al frente del Govern es pésima. La situación sanitaria en Cataluña es terrorífica, peor que la media española. Si hacemos caso de los datos oficiales de la consejera de Salud, con un total hasta la fecha de 13.858 fallecidos por Covid-19, en Cataluña ostentamos el récord mundial con 182,3 muertos por 100 mil habitantes. Por detrás vienen Perú (106,7) y Bélgica (95,3). La media española está en 74 muertos por 100 mil habitantes a partir de la cifra oficial de 35.000 fallecidos que acabamos de superar, según el Ministerio de Sanidad. Y si cogemos el exceso de fallecidos atribuibles a la pandemia que arroja en Instituto de Salud Carlos III, alrededor de 60.000 en lo que llevamos de 2020 en tota España, la cifra de muertos por 100 mil habitantes pasaría de 74 a 126,7. Un salto ciertamente escalofriante, pero aún así la situación en Cataluña seguiría estando muy por encima con 182,3 muertos por 100 mil habitantes, siempre a partir de las cifras oficiales que actualiza cada día la propia Generalitat. Por tanto, solo la disonancia cognitiva permite a los líderes de ERC y JxCat enfatizar el desastre general español cuando sus propios datos marcan récords mundiales relativos tanto en el número de contagios (más de 240 mil) como sobre todo de muertos (13.858).
Y si esos números no fueran suficiente motivo de tristeza y vergüenza, la gestión del Govern puede resumirse gráficamente en un constante dar palos de ciego. Nadie dice que sea fácil, pero las decisiones que adoptan son precipitadas e improvisadas, una mezcla de miedo ante el crecimiento descontrolado de la pandemia en esta segunda ola, cuya causas concretas es evidente que desconocen, y el deseo de afirmar que es la Generalitat quien políticamente decide qué hacer. Hace ya trece días que bares y restaurantes tuvieron que cerrar pero los contagios siguen disparados. Si entonces la medida pareció exagerada, teniendo en cuenta que hay la alternativa del consumo en las terrazas que los ayuntamientos han ampliado desde el verano, la decisión aparece ahora ya como claramente injustificada y discriminatoria hacia la hostelería. Podía haberse prohibido servir en el interior de los locales, con sanciones durísimas en caso de incumplimiento, pero no en las mesas exteriores donde las posibilidades de contagio son muy reducidas. No hacia falta una medida tan drástica que perjudica también a los trabajadores que desayunan o almuerzan fuera de casa, más ahora que el office en las empresas está cerrado al ser un lugar normalmente pequeño y con poca ventilación. “El virus se dispara a velocidad de vértigo mientras la Generalitat ha tirado la toalla de la recuperación económica. Que corrijan o cedan el paso a otras personas más capacitadas”, ha sentenciado el director del Gremio de la Restauración de Barcelona, Roger Pallarols.
Por desgracia no parece que vayan a rectificar si no que la consejera republicana Alba Vergés ya dejado caer que la medida puede prolongarse dos o tres semanas más junto al toque de queda nocturno aprobado en el nuevo decreto de estado alarma del Gobierno español y que en Cataluña, por aquello de que al Govern le gusta exhibir determinación, empieza una hora antes, con lo que aquellos comercios que servían comida para llevar tienen que cerrar la persiana a las 21h. Eso sí, el desastre económico de esa medida que la pague Madrid. Pere Aragonès ha exigido corriendo a Pedro Sánchez un plan de rescate de urgencia y gestionar el 100% de los fondos europeos, mientras el Govern se ha negado hasta ayer mismo y durante meses a activar la aplicación Radar Covid del Ministerio de Sanidad, negándose a dar explicaciones en el Parlament. Entre tanto, nos enteramos con estupefacción que la Generalitat lanzará dos nanosatélites al espacio en 2021 con un coste inicial aproximado de 18 millones de euros en plena pandemia y un montón de necesidades sociales por atender con el fin de construir una “NASA catalana”. La idea es del consejero Jordi Puigneró, el encargado por Carles Puigdemont de construir “la república catalana digital”, recuerdan. Se pretende “desarrollar una industria de servicios espaciales” y “democratizar el espacio”, pero es evidente que no saben para qué lo quieren más allá de poder exhibir la dimensión soberanista de la iniciativa.
Tenemos un ejecutivo catalán que se entretiene con jueguecitos espaciales mientras da palos de ciego en la lucha contra la Covid y que no sabe si el teletrabajo es obligatorio o no. El lío de ayer entre consejeros de ERC y JxCat afirmando cosas diferentes sobre un tema que deberían conocer al dedillo ha sido de nuevo ilustrativo del desgobierno que hay en Cataluña, lo que no significa que en febrero vaya a ponerse fin al disparate porque suena cada vez con más fuerza la posibilidad de un aplazamiento electoral si la pandemia sigue como ahora. Hace unos meses pareció que con el nombramiento de Josep Maria Argimon como secretario de Salut Pública el Govern empezaba a tomar decisiones realistas y eficaces, pero todo fue un espejismo veraniego porque con Vergés al frente de la consejería vamos de cabeza a un nuevo confinamiento domiciliario para volver al punto actual al cabo de unos meses. Crucemos los dedos para que la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford supere la fase clínica y se pueda empezar a distribuir a finales de este año. La ciencia, y no la gestión política de la pandemia tanto en Cataluña como en el conjunto de España, es la única esperanza de disponer de un horizonte de salida a medio plazo a esta pesadilla.