Pablo Casado afronta una semana difícil. Vox presenta su moción de censura al Gobierno y en el PP todavía mantienen la incógnita de su voto. En un primer momento dijeron que no, pero ahora en la calle Génova no lo tienen tan claro. Las encuestas aportan datos que hacen estremecer a los estrategas. La última de ABC daba una pérdida de 18 diputados con respecto a la encuesta anterior. Votar no es ceder protagonismo a Vox. El riesgo, abrir una sangría de votos a favor de los ultraderechistas que se harían con el voto del discurso más radical. Votar sí, es tanto como hacer seguidismo y casi con idénticas consecuencias. La abstención tampoco mejora la situación porque podría asemejarse a un barco sin rumbo y un timonel sin mando.
El fantasma de la moción de censura planea desde el mes de julio. Teodoro García Egea salió entonces ufano afirmando que era una moción “postvacacional para salvar al soldado Sánchez”. En esto último tiene razón el secretario general del PP. La moción le viene como anillo al dedo a Sánchez. El Gobierno y sus aliados cerrarán filas. La patada en el culo no es para Sánchez, es para Casado, que además recibirá golpes de todos lados, del PSOE y Podemos, sobre todo.
El líder popular no se consolida. Salvó los muebles en las elecciones municipales y autonómicas a costa de sostenerse en Vox, el partido que quiere hacerle el sorpasso. Fracasó en Euskadi y Galicia, porque Nuñez Feijóo no es Casado. Consciente de su fragilidad, agitó la mano dura. Objetivo, ser el referente de la oposición al Gobierno con un discurso duro, agrio, y bronco, asumiendo lo más radical de la derecha española. Estrategia, acoso y derribo del ejecutivo con la aspiración de derribarlo. Contaban con que Vox sería un disciplinado discípulo en esta erosión, pero no que les robara la cartera y el protagonismo.
José Luís Àbalos, Fernando Grande Marlaska, Dolores Delgado, Isabel Celaà, Nadia Calviño, María Jesús Montero, han sido objeto de despiadados ataques, sin olvidar a Salvador Illa, el ministro del Covid-19. Casado buscaba el cuerpo a cuerpo, el desgaste, la crispación para hacer caer al Gobierno “socialcomunista”, su adjetivo preferido. Cada paso, cada acción del ejecutivo, era centro de ataque en un afán de asfixiar al Gobierno y provocar su caída. Lo intentó en pleno estado de alarma negando el pan y la sal a Pedro Sánchez. Le falló que Ciudadanos se desmarcara y le abriera otro frente: la lucha por el electorado más moderado de la derecha.
Acabado el verano, Vox rompe los esquemas del PP, que por aquel entonces había cerrado de la mano de Enrique López un acuerdo sobre la renovación del Poder Judicial. El único acuerdo que aceptaba Casado. La rueda de prensa de Cayetana Álvarez de Toledo tras su cese denunciando este acuerdo lo dinamitó. La excusa, que el PP no aceptaría nunca que Podemos pusiera “sus jueces” en el órgano de Gobierno, y echando en cara a los morados su carácter republicano. Casado inició aquí su cruzada monárquica para desgastar al ejecutivo dividiendo a un PSOE que apoya el pacto constitucional de la Monarquía Parlamentaria y a una Unidas Podemos de convicciones republicanas, que las utiliza para marcar su propio perfil en la coalición. Tampoco acertó mucho. Casado ha dejado a la Monarquía bajo su cobijo y con el riesgo de que la apropie la extrema derecha.
En este escenario de fuego graneado para forzar la caída del Gobierno, el PP arrecia los ataques contra los “comunistas” en el Gobierno intentando atraerse a la patronal contra “los que quieren destruir España”. Pablo Iglesias, que siempre ha sido objetivo, se convierte en el centro de los ataques. Se le señala como el acosador de empresas, el hombre de los hachazos impositivos. El caso Dina fue la guinda de la mano de García Castellón que tras el revés de la Audiencia Nacional propone imputar a Pablo Iglesias al Supremo. Un juez que según algunas informaciones cena en marisquerías de tronío con personas muy cercanas a Vox. Se desata la “mundial”. El tiempo se acaba y se sube el tono de la crispación. Si Sánchez aprueba los presupuestos y el gobierno no se rompe, los de Casado saben que sus posibilidades se disolverán como un azucarillo.
Casado va con todo, pero sin todos. La CEOE no ha entrado en el juego. Tampoco Foment del Treball. Sánchez mantiene relaciones fluidas con el mundo empresarial que está convencido de que el gobierno aguanta. Además, el presidente ha abierto las puertas de la colaboración público privada en los proyectos europeos, y los empresarios han cerrado filas y participan de estos proyectos. La CEOE, por su parte, mantiene los puentes de diálogo y cierra acuerdos con el ejecutivo y los sindicatos. No es fácil pero la interlocución funciona. Incluida con la “muy comunista” ministra de Trabajo. Y cuando el presidente toca a rebato no falta nadie, para disgusto de Génova que ha fracasado en su intento de abrir un frente en la sociedad civil. En la CEOE sólo tienen el ojo avizor en el proyecto de Presupuestos. El objetivo evitar que las propuestas de Podemos queden diluidas. La subida de impuestos ha sido relegada en los últimos tiempos. El resultado final no será de su gusto, pero “hay que convivir, y ahora más que nunca hemos de buscar puntos de encuentro. Hemos de entendernos” con el ejecutivo, afirman desde la patronal. Casado no da crédito a la situación y no recibe crédito del mundo empresarial. Para colmo, los frentes sociales los abre Vox con un lenguaje que raya en lo soez.
Este lenguaje agresivo, insultante, contra el “anarquismo totalitario” lo utiliza Isabel Díaz Ayuso. ¡Me pregunto que diría Bakunin de esta afirmación si levantara la cabeza! La “procesista” presidenta de Madrid utiliza el lenguaje independentista radical para acusar al Gobierno de represión, autoritario, de imponer a punta de pistola, secuestro, de ataques a la libertad y a los derechos. Todas estas afirmaciones dichas esta semana. Casado ha abierto el frente territorial para acosar al Gobierno. Van con todo, pero sin todos. Andalucía, Galicia y Murcia se han puesto ligeramente de perfil mientras que Castilla y León mira hacia otro lado y no se anda con chiquitas. Ayuso se suma al barco de Casado, pero no está claro que el timonel sea Casado.
Esta semana, pase lo que pase, no será buena para el líder popular. La confrontación, el cuerpo a cuerpo, no le beneficia. Al contrario, fortalece a Pedro Sánchez. Y si lo fortalece le pone en bandeja los presupuestos y a Casado contra las cuerdas. Vaya semanita para Casado, parafraseando el programa de ETB, todo es susceptible de empeorar. Su estrategia de forzar la caída del Gobierno no parece funcionar y encima los casos de corrupción le siguen segando la hierba en los pies, porque la sentencia del Supremo, aunque la quieran vender como una rectificación, sólo certifica que el tesorero del PP había montado un buen tinglado, y que la caja B haberla hayla pero no era el momento de juzgarla. Mal fango en el que revolcarse. Casado llega a la moción con todo. Otra cosa es como saldrá.