Cada semana hablo de la actualidad, pero hoy no comentaré la Fiesta Nacional instaurada por Felipe González en la década de los años 80, porque no tengo ánimos. Y es que, respecto a lo político, tengo el corazón más que frío, helado. No pienso votar en las elecciones nacionales, pero sí en las catalanas del próximo invierno, que temo que sirva sólo para unos dos años.
No quiero hablar de la política nacional actual, tampoco de historia, de economía ni de cuestiones sociales. Me inclino por un tema que es permanente, porque no depende de ningún partido político sino del Estado, que les interesará tanto como a mi: los servicios de información.
He leído La Casa II, un buen libro, un ensayo del periodista Fernando Rueda, que hace veinticinco años escribió sobre el Cesid y hace cuatro sobre el CNI. El Cesid se desprestigió por la guerra sucia ordenada por el presidente X, que se atribuyó a Felipe González, al crear los GAL para luchar contra los etarras.
El CNI es el quinto servicio más desarrollado, tras la CIA, el Mosad, los británicos del MI5, (nacional), y del MI6, (internacional), y los rusos.
El mérito del español deriva de su experiencia, y del desarrollo que ha experimentado por la larga lucha contra ETA. Los casi cincuenta años de lucha han sido fructíferos, como ha pasado con el servicio británico, que también combatió un terrorismo, el del IRA, en la colonia británica irlandesa de la isla esmeralda de Belfast, que contó con tres veces más de asesinatos que en el País Vasco.
La única diferencia con los ingleses es que en España no tenemos dos sino cinco cuerpos coordinados por el director del CNI (Policía Nacional, Guardia Civil, Policía Militar, Internacional, y aduanas). En total, cuatro mil agentes secretos, familiares de militares y de policías, muy preparados. Algunos trabajan en asuntos de tapadera públicos. Son tentáculos invisibles del Estado, muy discretos, que están orgullosos de la defensa de España. Son patriotas, personal de confianza. Yo conozco a uno que me lo comentó cuando se dio de baja. Me sorprendió, habló con conocimiento de causa.
Pero no puedo hablar de él, aunque no está en el servicio. Me ha contado muchas historias desde hace casi cuarenta años, cuando lo fichó el Ejército. Jura bandera todos los años. El libro La Casa II es excelente, en el que el periodista cuenta que, tras el atentado de Madrid, el 8 de marzo de 2004, el CNI decidió dividir a los agentes en dos partes: ETA y terrorismo islámico, y en 2012 sobre Cataluña, por la deriva independentista.
La forma de luchar contra los islamistas se basó en prometer la legalización, con los correspondientes papeles, a los marroquíes que informaran a la policía desde miles de mezquitas. Y expulsaron a los no informantes de Ripoll en el fatídico agosto de hace tres años. Este control le sale gratis al Estado.