Al acabar agosto, tras las vacaciones, era expresión recurrente eso de “todo lo bueno se acaba”. Pero este mes ha sido tan raro que hasta eso ha cambiado. Las lágrimas del ex consejero de Interior, Miquel Buch, al comentar su cese, podríamos haberlas achacado en condiciones normales a esa sensación de pérdida de ociosidad o a que Messi se queda en el Barça. Nada de eso. Ahora, todo es diferente: el tiempo es más difuso y los espacios que antes se compartían, son más extraños. La emoción está a flor de piel. Supongo que mucho más cuando te cesan de lo que sea. Sus lágrimas podrían ser el paradigma de la tristeza e incertidumbre general, de esa vuelta a la anormalidad que hace ya casi seis meses que no abandonamos. ¡Y ahora, septiembre!
Empezó ya rarito el mes. Y así ha seguido hasta llegar a un presente que no sabemos que nos deparará mañana. Un simple vistazo a las portadas de los diarios, ya daba serios toques de atención a lo que parece avecinarse, mientras los contagios se multiplicaban por ocho desde que acabó el estado de alarma: “España entra en recesión tras la mayor caída del PIB de la historia” (La Vanguardia), “Un desplome sin precedentes” (El País), “España pierde en tres meses la riqueza creada en 14 años” (La Razón), “La gestión de la pandemia arrastra a España a la mayor recesión de la UE” (El Mundo)… Y, como si nada pasara, se cerró con una retahíla de asuntos recurrentes: “La inestabilidad política en Cataluña se agrava con la baja de cargos del PDeCat” (El País) o “Desvelos y temores de la vuelta al cole” (El Periódico) ante las dudas, el miedo al contagio y a no poder conciliar. Más que una pandemia, esto parece una maldición. Menos mal que el ministro Salvador Illa, más cumplido que un luto, nos tranquilizaba: “Nada hace pensar en otra situación como la de marzo” (La Vanguardia), cuando ya alboreaba septiembre.
En medio de este sideral, nos enterábamos de que el rey Juan Carlos I abandonaba España tras comunicárselo a su hijo, el rey Felipe VI. Era “La segunda abdicación” (La Razón), casi en los mismos días en que se nos informaba de que “España es ya el país de Europa con más contagios” (El País) y que “La pandemia hunde un 18% la recaudación de impuestos en España” (La Vanguardia). Un país en el que además “Las empresas son las que reciben menos ayudas directas en la UE” (La Vanguardia). Y sin que decayera por ello la pasión indepe, reprobando a Felipe VI en el Parlament y dando pie a una formidable trifulca con el llamado Presidente de la Generalitat, Quim Torra, que “Exige al presidente del Parlament destituciones en la Cámara” (El Periódico) porque “Los letrados del Parlament rechazan publicar la reprobación del Rey” (La Vanguardia). Quien quiera, que se consuele: antes de que acabase el mes “Barcelona retira la medalla de oro a Juan Carlos I” (El Periódico) en un pleno extraordinario del Ayuntamiento con la abstención de Los Comunes, ¡tan equidistantes ellos!
Entretenidos estábamos en estos menesteres cuando llego la verdadera gran tragedia nacional en Cataluña: “El Bayern humilla a un Barça ridículo y sepulta su era más dorada (2-8)” (La Vanguardia). “Qué vergüenza” (El Periódico). La cosa se complicaría aún más, pues cuando apenas quedaban cinco días para liquidar agosto “Messi se despide del Barça mediante un burofax” (La Vanguardia) diciendo que se trataba de una decisión irreversible. Pero, tranquilos que ya decía Quevedo que “poderoso caballero es Don Dinero”. Apenas acababa de arrancar septiembre cuando supimos que la irreversible decisión se prolongaba un año. Cosa que no sé a estas alturas si es una buena o mala noticia para los culés.
Divertidos con estos temas, el mes fue pasando sin que nada o casi nada estuviese claro sobre la vuelta al colegio, como si fuese un asunto menor, por más afecte a colegios, profesores, alumnos, padres, empresas... Pues bien, un día sale la ministra de Educación, Isabel Celaá, diciendo que “El gobierno estudia ayudas para los padres que cuiden de sus hijos por casos de Covid-19, como bajas laborales” (ABC) y al siguiente “Calviño y Díaz rebajan la prestación o baja para padres con hijos en cuarentena y lo reducen a adaptar la jornada” (Expansión). Y así por doquier a lo largo y ancho de la geografía. En Cataluña, “Salut desaprueba el protocolo de Educació para la vuelta al cole” (La Vanguardia) en otro rifirrafe más entre socios de Govern. La ineptitud este asunto, del que el Gobierno parece que se hubiese desentendido, llega también a las universidades y “Los rectores afean que Castells les haya dejado solos en el inicio de curso más complicado” (ABC), cosa que además parece indicar que el citado ministro sigue ocupando el cargo.
El caso es que España es hoy el país europeo donde más crece el Covid y con mayor tasa de muertos; los especialistas culpan del rebrote a la falta de medios, una desescalada precipitada y la mala gestión; el Presidente del Gobierno se lava las manos y dice a las CCAA que si lo necesitan pueden solicitar implantar el estado de alarma; Pablo Casado le da portazo a Pedro Sánchez con el tema de los presupuestos; Podemos rechaza primero y matiza después un acuerdo con Ciudadanos que manifiesta su disposición a negociarlos; Carles Puigdemont y el PDeCat rompen peras y se enfrentan en los tribunales; el turismo cayo en julio un 75% y CEOE pide alargar los ERTE del sector hasta junio; mientras, Alemania ya anunció que lo haría hasta diciembre del 2021 y Francia aprobó ayudas de 100.000 millones para salvar la economía… Y aquí seguimos, tan felices: ¡All that jazz! ¡Viva la temporada de otoño-invierno!