Los tiempos están tan revueltos que, pese a la época estival, a la que te descuidas ¡zas! salta otra noticia que puede influir en nuestro futuro próximo o a medio plazo y resulta una temeridad perderte un minuto del día, sobretodo en agosto, cuando suelen producirse noticias importantes que quedan bien disimuladas para la opinión pública deseosa de ese tiempo de ocio, un tiempo que todos deberíamos poder disfrutar aunque este año es impensable para muchas personas.

En los últimos días de julio y también durante el mes de agosto, hemos oido como algunos países europeos alertan de que Cataluña es zona de riesgo, con el consiguiente porcentaje de anulaciones de reservas turísticas, la enorme pérdida que la falta de turismo conlleva, la elevada merma de facturación en la mayoría de sectores, o el enorme porcentaje de despidos que se están produciendo en restaurantes de Barcelona. En fin, el efecto dominó de la economía. Y, claro, cuando lees y oyes este desastre económico al que nos está abocando una crisis sin precedentes, tu cerebro se cortocircuita al escuchar paralelamente como el Presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña, que ya nos advirtió que no estaba aquí para gobernar, cumple con su aseveración y ni gestiona ni gobierna, poniendo por delante de los intereses de más de siete millones de catalanes, un mal entendido orgullo y prepotencia y un querer aparentar lo que no es. Y nos obsequió con un regalo envenenado: su ausencia en la Conferencia de Presidentes.

Justo en esos momentos, cuando lo que necesitábamos era y es un plus de responsabilidad, sensatez y empatía con los problemas ajenos y creer más que nunca, que lo más importante para quien representa nuestros intereses es que los catalanes podamos vivir con nuestras necesidades más esenciales cubiertas, y si para conseguirlo hay que ir a defenderlo donde sea, pues se tiene altura de miras y se va. Pero yo creo que tanto Joaquim Torra como sus adláteres, y me refiero a todos los que le dan apoyo, no pisan el terreno real, un terreno donde te quedas con un nudo en el estómago cuando te encuentras a alguien que aprecias y que casi no reconoces porque su cuerpo tiene diez kilos menos que la última vez que la viste, hace unos meses, y su cara veinte arrugas más. Y la convences para tomar algo y en medio de una conversación que te abre los ojos a una cruda realidad que sabes que existe pero que hasta ese momento no habías palpado, te dice con voz avergonzada que “si hubiese tenido valor se hubiese quitado la vida”. Pero tiene dos hijos, un marido, una familia y es una persona acostumbrada a luchar. ¿Qué está pasando?

Y no sabes que decir, porque el panorama que te ha explicado te suena mucho, te suena porque llevas meses leyéndolo: que los negocios están quebrando, que los autónomos deben pagar aunque aplacen los impuestos, que no se factura ni siquiera para poder asumir los gastos que genera el pequeño comercio, y si además es un negocio familiar donde los huevos están puestos todos en la misma cesta, el problema repercute en su doble vertiente económica y personal. Y lo que te parecía una realidad intangible, resulta que lo tienes al lado, y en ese momento miras las ventanas de enfrente preguntándote cuántas personas estarán en esa misma situación de desespero y hasta donde llegarán en un momento dado, si no ven salida.

Y aquí se me impone la indignación al constatar la obcecación de algunos que viven en un mundo donde lo único que importa es relatar “su verdad”, una verdad ficticia creada para convencer a otros de que es posible vivir en un mundo mágico donde la independencia traerá la felicidad. Y no. La realidad es el padecimiento mental de los ciudadanos ante sus problemas diarios, presentes y futuros. Y ese sentimiento de indignación va a más porque ahora viene la segunda parte; ese juego perverso que tan bien saben hacer los líderes independentistas y que es darle la vuelta al calcetín para aparecer como las víctimas despreciadas por el supuesto Estado opresor; y vamos viendo como Joaquim Torra, el único Presidente que, con la aquiescencia de ERC, no acudió a la Conferencia de Presidentes, ahora exige un trato de favor para poder justificarse y disfrazar ante los suyos su ineptitud. Porque claro, hay que mantener el relato de que, sea quien sea quien gobierna el estado español, es él quien no quiere atender los problemas de los catalanes.

Que pusilánime Joaquim Torra y que triste líderes de JxCat y ERC que ustedes sigan buscando la confrontación en unos momentos de emergencia, de vivencias trágicas para muchas personas y de gran angustia por un futuro incierto, unos momentos  en que se debe demostrar grandeza política y lo único que demuestran es una inexcusable irresponsabilidad hacia los catalanes, irresponsabilidad que se hizo más patente con la petición de un pleno extraordinario para debatir sobre la monarquía, pleno incompetente y del que ningún resultado positivo salió para la resolución de nuestros problemas.

Se volvió a convocar la Conferencia de Presidentes, en este caso para hablar de la seguridad en los colegios de nuestros niños y ya vamos con retraso. Expectantes estamos.