Mucho se está hablando hace unos meses acerca de la pugna existente de algunos partidos políticos, incipientes plataformas o formaciones, para ocupar un supuesto espacio electoral vacante de un ahora inexistente nacionalismo catalán moderado. Desde mi experiencia, situado siempre en el burladero reservado a la sociedad civil, asisto como mero observador, quizás aventajado, a los movimientos y juegos de estrategia que aplican sobre todo los y las personas físicas protagonistas que aspiran a liderar cada grupo intentando después aglutinar al conjunto.
Como hoy en día andamos sobrados de analistas políticos y los ciudadanos tan solo aspiramos a que se nos expliquen las verdades con sencillez, como persona de a pie y votante como uno más, voy a intentar ofrecer mi visión del escenario, pidiendo disculpas por anticipado por interpretaciones erróneas, que no necesariamente falsas, o visiones no compartidas por los interesados.
Empecé quizás entendiendo que una serie de personas del mundo nacionalista, unos en activo y otros retirados y amortizados, se reunieran en Poblet para intercambiar opiniones y experiencias de lo que el catalanismo político fue en su momento o para establecer tal vez las bases de lo que debería ser en el futuro una vez superada la locura que estamos padeciendo todo el pueblo catalán en general. Y digo que intentaba entenderlo porque conozco a bastantes de los asistentes, pero el cortocircuito se me produjo cuando parece que asalta el liderazgo una señora llamada Marta Pascal, a la que no conozco pero he visto hasta la saciedad envuelta en esteladas, en todos los photocalls y posados con todos los golpistas irredentos, independentistas y fugados de la justicia. También en firmas de declaraciones de independencia, brazo en alto en votaciones del Parlament a favor de la república independiente y todos los actos y manifestaciones posibles; aunque lo que me fundió definitivamente los plomos es que todo ello fue, ora con unas siglas, ora con otras, ora con unos líderes, ora con otros, ora en todos los periódicos y medios y ora en ninguno. Y ahora nos sale cruzando en cabeza las maravillosas arcadas del claustro de Poblet.
Simplemente no entiendo nada ni entiendo que nadie pueda entender semejante baile de disfraces que, una vez libres de máscaras, volverán simplemente a lo que fueron, barretina, estelada y vuelta a empezar.
Aparece también en escena el actual diputado en el Parlament, ojo al dato, por el PSC, el señor Ramon Espadaler, quien recibió los despojos de la otrora bien interesante y fundamental formación de Duran Lleida, que una vez pasado no sé si a mejor vida, perdió la Unió y su ideología original de democracia cristiana. Claro, en algún sitio debía hallar acomodo personal y económico y acabó recalando en las listas del señor Iceta en un número adecuado y seguro.
Surge también un movimiento con aspiraciones de partido supuestamente necesario, sin que uno sepa si se ha conseguido consolidar, con un conjunto de líderes y lideresas con más afán que alcance y que vienen de orbitar unos en los átomos del señor Valls, otros de catalanismos de salón o de nostalgias de lo que fue la moderación burguesa, o de personajes a recuperar de entre las cenizas del incendio del procés. Esa llamada Lliga Democrática va asomando solo de vez en cuando con inciertas fechas de lanzamiento y consolidación, repitiendo siempre también los mismos nombres de aspirantes.
El señor Castellà y sus Demòcrates de perfil claramente soberanista, que también busca acomodo en ese espacio virtual del espectro político, nunca ha renunciado ni lo puede hacer a su defensa de la secesión, pero quizás necesita moderar su discurso de nuevo al no pero sí para ver quién pica y por supuesto silenciando definiciones y posiciones incómodas, con la dificultad que representa defender lo que no se es o negar lo que en realidad se pretende.
Y por último, a mi entender el único partido, Lliures, que pese a su escasa dimensión y notables dificultades tiene unas nítidas señas de identidad, goza de una reconocida y moderada posición en defensa del catalanismo integrador e integrado en España, con un liderazgo claro y fuera de toda duda por personalidad, prestigio y definición no sometida a los vaivenes de lo que interese en cada momento.
Y en esa amalgama deben intentar encontrar los secretos de la credibilidad de la gente sin recurrir a tapujos, escondrijos o verdades a medias, pues los ciudadanos estamos cansados de falsas promesas, y la prueba la hallamos en recientes resultados que le han crujido las costillas a más de una persona y a más de un partido que se las prometía felices.
Y a todo esto, que todo se andará, a medida que avance el reloj tendremos que dedicar una cierta atención a un PSC que no sabe cómo salir seco del charco donde se halla sumergido; de un triste Cs que habiendo ganado con autoridad unas elecciones anda desarbolado y achicando agua para sobrevivir, de unos Comunes que ya no son ni van a ser tan comunes, ni aquí ni allá, o de los hiperventilados y agresivos antitodo que confinados ya no ejercen, pues no saben qué ejercer. Y en el otro lado encontramos el sector de la derecha conservadora, a la que al menos hay que agradecer que no engaña ni son ambivalentes (ambibalantes en lenguaje de Les Luthiers).
A falta de nuevos parámetros o nuevas ocurrencias ese es el panorama que nos espera en Cataluña cuando al señor Torra se le ocurra o vea una favorable oportunidad de convocar elecciones. Y esas elecciones para decidir el gobierno de la comunidad mostrarán mejor que Dalí el auténtico surrealismo catalán, con candidatos fugados de la justicia en Bruselas, en las cárceles, refugiados en Suiza, hambrientos, desubicados, intrascendentes y quizás alguno suelto de esos que casualmente pudiera pasar por allí.
La verdad es que el espectáculo está servido y seguro que será sorprendente, pero sin duda dramático para los ciudadanos catalanes, Cataluña y el ya perdido prestigio en el país y allende nuestras fronteras, eso sí, las buenas.
Francamente, solo veo por ahora a dos personas sensatas y serias que podrían entenderse entre ellos y con la mayoría para enderezar el rumbo, pero no diré sus nombres porque ellos ya lo saben. Y todos los demás también.