Con la presentación el pasado sábado de su nuevo partido Junts per Catalunya, el expresidente Carles Puigdemont ha sacudido el espectro político independentista y previsiblemente lo continuará haciendo en las próximas semanas. El nuevo JxCat tiene de realmente nuevo únicamente el hecho de que se constituye como partido totalmente desgajado del PDCat pero, en cambio, el propio nombre JxCat, el liderazgo de carácter mesiánico de Carles Puigdemont y el objetivo único e irrenunciable de la independencia son ya muy viejos. En mi opinión, demasiadas cosas han cambiado en los últimos meses como para que pueda llegar a conseguir un muy buen resultado un partido que, en esencia y sin disimulos, promete más de lo mismo.  

Las próximas elecciones serán aún más tensas y disputadas que las anteriores, inmersos como estamos en la pandemia y sus terribles consecuencias sanitarias, económicas y sociales. El mundo ha cambiado mucho desde que el Covid-19 entró en nuestras vidas. Una crisis como la que estamos experimentando lo resignifica todo.

En este contexto radicalmente diferente y agitado, Carles Puigdemont decide dar un paso adelante para formar una nueva fuerza política con un único objetivo: conseguir la independencia a través de la consideración del 1-O como una victoria y un “mandato popular”. Sin embargo, ¿cómo se trataría de conseguir, esta vez, aquello que no se consiguió en el otoño de 2017? Según han explicado desde el nuevo partido, la independencia que proponen llegará a través de la “confrontación con el Gobierno central”. Esto, en la práctica, consiste en hacer lo que ya se hace por parte del Gobierno Torra: confrontación dialéctica con el Estado, mucha retórica y gestos simbólicos. Es decir, más de lo mismo.

¿Quién quiere más de lo mismo en este momento? Sin duda, un buen número de votantes independentistas, aquellos que votarán siempre al expresident porque lo adoran, le consideran el presidente legítimo y les parece bien todo lo que hace. Las continuas vacilaciones del nuevo partido sobre si ser de izquierdas, con sectores de la CUP integrados para mejor competir con ERC, o si devenir de centro, o de centro “no excluyente y diverso”, como al final parece que ha sido, todo ello es indiferente para aquellos que siempre votarán a Puigdemont. Hay un único paquete: independencia sí o sí, y Puigdemont de líder-guía.  

Este sector es sin duda amplio, pero difícilmente sigue intacto y formado por la totalidad de aquellos que votaron al expresidente en 2017, cuando consiguió ganar a ERC por sorpresa. Solo el resultado de las próximas urnas podrá darnos la respuesta sobre el número exacto de votantes que siguen fieles a Puigdemont, tanto si hay una pandemia como si no la hay. Sin embargo, en mi opinión, el número de los que podrían retirarle su apoyo en este momento es probablemente mayor de lo que parece trascender, especialmente entre antiguos votantes convergentes moderados, ahora afectados y asustados por la envergadura de la crisis.  

De hecho, los movimientos que se están dando dentro del espectro catalanista, heredero de CiU, es una muestra de que este sector moderado dentro del independentismo postconvergente existe y está preparándose para enfrentarse a Puigdemont, a quien acusan de cesarismo y juego sucio. El PDECat, finalmente, no ha aceptado su disolución tal como le exigía Puigdemont, sino que se plantea presentarse a las elecciones como una opción de independentismo moderado, lo cual sería inédito y ampliaría el número de partidos independentistas.

Sin el golpe a todos los niveles que ha supuesto la pandemia, es muy posible que las inercias políticas y mediáticas del 'procés' y el aura que había llegado a fabricarse alrededor de Puigdemont continuaran indefinidamente y que osar presentar alternativas a los dictados del expresident significaría el suicidio para cualquier político independentista.

Pero esto era antes. En el momento de escribir estas líneas, en cambio, existen muchas posibilidades de culminar con éxito la formación de una alternativa al irredentismo puigdemontiano, liderada por el PDECat en coalición con grupos que se desgajaron de la antigua CiU. Documentos como el recientemente publicado por el Círculo de Economía vienen a apoyar a este sector, pidiendo el fin de la parálisis gubernamental y la confrontación estéril con el Estado para formar nuevas mayorías (no solo independentistas) centradas en la recuperación económica y social.  

Por su parte, los otros competidores de Puigdemont, los sectores próximos a ERC, han reaccionado al acto fundacional del nuevo partido del expresident con una hostilidad clara, aunque soterrada y envuelta en mensajes de fraternidad alrededor de la “unidad del independentismo”. A los menos sentimentales no se les escapa que, gane quien gane dentro del independentismo, Puigdemont y Junqueras se necesitan mutuamente para gobernar y los números en votos son justos. Existe el riesgo muy real de que toda esta cruenta batalla entre independentistas les acabe conduciendo a perder la mayoría absoluta, la cual es únicamente de tres escaños.

Toni Soler, cercano a ERC, escribió el pasado domingo en el diario ARA un artículo demoledor contra Puigdemont, aunque dulcemente titulado La bona persona i l’heroi solitari. Este párrafo, extraído del artículo de uno de los líderes mediáticos independentistas, nos muestra la hostilidad con la que el espacio republicano recibe la nueva irrupción de Puigdemont. Refiriéndose al recientemente publicado dietario de Puigdemont, M’explico, Soler afirma:

“De fet, ell (Carles Puigdemont) no es limita a carregar contra Junqueras i ERC. També acusa durament la CUP, els comuns i el seu propi partit. Puigdemont es presenta com un heroi solitari, que tira endavant sense poder comptar amb ningú. És revelador quan l’expresident del Barça Sandro Rosell li diu: “Arribarà un moment que et giraràs i al darrere no hi haurà ningú. T’hauran deixat sol”(...)

¿Quién quiere a Puigdemont en la era de la pandemia? Pocos, por lo que podemos observar en las reacciones de estos días. A mí, personalmente, no me extrañaría nada que se cumpla más pronto que tarde la profecía que describe Toni Soler en boca de Sandro Rosell: Puigdemont se quedará solo, con un reducido número de fieles incapaces de rectificar.

Los tiempos están cambiando, como cantaba Bob Dylan. Y no todo tiene por qué salir mal.